jueves, 20 de diciembre de 2007

Cómo supe lo que buscaba

Hoy vuelve a ser un día especial. Ayer recibí un correo de una persona que prefiere permanecer en el anonimato y que explica su proceso personal en los últimos años.
Para mi es un verdadero lujo haber podido asistir al proceso de cambio de esta persona, haber aprendido tanto con ella y un placer que haya escogido este blog para compartir su experiencia con quien quiera sacar partido de ella. Yo, desde luego, solo puedo expresar una vez más mi más profunda admiración por su valentía al haberse enfrentado a sus demonios a pesar del miedo que en algunpos momentos la atenazó. el camino es largo, y lo está siendo, pero creo que lo hemos disfrutado y valió la pena.

Por cierto, muy bueno el título del texto, gracias.

La primera vez que empecé a tomar conciencia de que algo pasaba fue hace unos 5 años. Fui con mi hermana a una reunión organizada por Al-Anon, que es una asociación de apoyo a familiares y amigos de personas alcohólicas. En esa sesión el grupo estaba especializado en hijos de alcohólicos y cuando terminamos me dieron un folleto que decía: “¿Se crió junto a un bebedor con problemas?”*. Empecé a leer y me asusté mucho... De esos 20 puntos sobre características de la personalidad o actitudes en una persona yo poseía como mínimo un 80% de ellas. Entonces empecé a plantearme ese interrogante, si yo era como era porque ese era mi carácter, o era por consecuencia de mi drama familiar, o era de todo un poco.
Sé del alcoholismo de mi padre desde que tengo uso de razón. Una noticia que se convirtió en el “gran secreto” de la familia (como si los demás no se dieran cuenta...). Mi madre me prohibió hablar de ello por el “qué dirán” y ella sólo hablaba de eso con sus hijas. Así que durante muchos años me limité a obedecer sin cuestionarme nada, a escuchar y consolar a mi madre, a intentar proteger a mi hermana y a escapar de los ataques psicológicos de mi padre. Constantemente me sentía culpable por la situación y sentía que yo tenía la responsabilidad de velar por el bienestar de todos. Yo podía ser la hija, la hermana y la novia perfecta que les hiciera de madre a todos y que los salvara. Todo el mundo era importante menos yo misma.
Un año después de esa reunión de Al-Anon (lugar al que por cierto no volví, posiblemente por miedo) tuve un mal año. Fallecieron algunos familiares importantes, tomé las riendas de la empresa que dirigía mi padre ya que él no estaba en condiciones de hacerlo y me dejó mi novio después de 4 años de relación. Esa relación además era de dependencia emocional total hacia él.
Mi cuerpo empezó a rebelarse. Engordé 10 Kgs y empecé a sufrir ataques de ansiedad: de repente me alteraba por cualquier tontería que terminaba desencadenando en que me faltara el aire. Fue entonces cuando decidí que pedir ayuda.
El primer día que me senté en el sofá de Miguel Ángel él me preguntó por qué había decidido empezar una terapia y le dije que no lo sabía... ¡imaginad lo ciega que estaba! Contar todo lo que pasó desde entonces hasta el día de hoy daría para que creara un blog entero... Yo estaba tan destrozada en todos los ámbitos de mi vida que decidí que iba a ponerme bien pasara lo que pasara, y si tenía que “pisar” a alguien en el camino lo haría.
La primera persona a la que pisoteé fue a mi exnovio, un “vampiro emocional” ejemplar donde los haya al que no podía dejar porque había aprendido en mi casa que lo normal es aguantar (como hacía mi madre con mi padre). Poco a poco fui viendo todo el daño que me estaba haciendo y aunque él no me lo puso nada fácil lo logré.
Lo verdaderamente potente vino en casa. Cuando formas parte de una familia disfuncional con una estructura tan rígida nadie acepta bien los cambios. Dejé de hacer de psicóloga de mi familia y empecé a preocuparme por mi bienestar, cosa que desencadenó en mi marcha de casa para ir a vivir sola y un cambio de trabajo, arriesgando con ello la economía familiar y el cariño de mis seres queridos. Asumí la situación tal y como era y vi que la única persona por la que podía luchar era por mí misma. A partir de entonces el calificativo “egoísta” se me atribuyó durante innumerables veces y los reproches fueron constantes. Pero eso no me hizo dudar: o les salvaba a ellos o me salvaba a mí.
Intentar relatar esa lucha y todo lo que vino después es complicado... Mis padres se separaron, mi padre terminó tan alcoholizado que llegué a concienciarme de que cualquier día me lo encontraría muerto... Hasta que tuvo tal susto que empezó un tratamiento de desintoxicación que ha dado sus frutos y desde hace pocos meses mis padres vuelven a vivir juntos empezando de cero.
Lo que más me interesa compartir es que durante todo este proceso pasé por momentos muy duros: tuve mucho miedo, a veces auténtico pánico por no saber cómo se desencadenarían las cosas y otras veces en las que sentía una culpa insoportable por estar “fallando” a la gente que más quería. Pero a pesar de ello tuve siempre el convencimiento de que ese era el camino correcto y tuve fe y confianza en mí misma (algunas veces esa fe solamente apoyada por mí). Y os aseguro que ni en la mejor de mis predicciones hubiera imaginado que algún día podría disfrutar de una familia emocionalmente estable.
Mi asignatura pendiente son los hombres. Aunque con los años he ido “escogiendo” personas más sanas y he ido limando algunos aspectos de mis relaciones afectivas sigo tendiendo a entregarme en exceso y a idealizarlas. No tengo prisa. Algún día llegará.

Hay esperanza. Aunque a veces parezca que salir del espiral es imposible no lo es, y pedir ayuda no es de personas débiles sino de valientes. Hay que saber qué buscamos para gestionar lo que tenemos y encontramos en el camino y sobre todo amarnos y cuidarnos. Si no lo hacemos nosotros nadie lo hará.
Miguel Ángel, gracias por haber sido mi bastón durante el camino (que por cierto, aún no ha terminado...).