martes, 6 de mayo de 2008

La vida en los otros

El otro día me sucedió un hecho curioso. Claudia, la dependienta de la panadería donde merendamos, me llamó José. Y muy convencida de que este era mi nombre. Se sorprendió mucho ante mi cara de extrañeza, y cuando le dije mi verdadero nombre, me comentó que siempre había creído que mi nombre real era José. Para mi, lo más fuerte de esto es, que por un breve segundo, y ante la convicción de como me lo dijo, llegué a dudar (supongo que el estrés laboral no facilita las cosas). Medio en broma le comenté que si quería le podía enseñar el dni, aunque no sé si no era para asegurarme yo que mi nombre no era José.
Es una anécdota, pero pensando, me di cuenta que durante un año, para Claudia, yo he sido José, y este es un fenómeno que ocurre constantemente, y no sólo con los nombres, sino con factores de personalidad y con cualquier otro rasgo que nos defina, incluso con los recuerdos de las situaciones.
Como ejemplo, los publicistas hablan de "posicionamiento", este término hace referencia a que no es importante si tú producto es el mejor del mercado, sino que lo importante es que tu producto sea el mejor del mercado en "la mente de los posibles consumidores". Vamos, que la realidad es una construcción social.
En mi trabajo como terapeuta me encuentro con este fenómeno constantemente, muchas de las personas que inician un proceso de terapia lo hacen con unas ideas muy prefijadas de lo que puede ser un proceso de terapia, y de cómo es un terapeuta, incluso de cómo eres tú como terapeuta, sobre todo en aquellos casos en que la persona viene recomendada por otra, "Ves a ver a Miguel Ángel (o José, que más da), ya verás como con él..." y en muchas ocasiones es muy complicado "lidiar" con esta expectativa.
Ahora mismo podría derivar hacia una reflexión sobre los prejuicios, pero me parece más interesante centrarme en otra posibilidad. ¿No os parecería apasionante vivir/conocer todas las vidas que vivimos en las convicciones de los demás? Me refiero a esas convicciones íntimas, llenas de matices en muchas ocasiones, que guían el comportamiento de los demás, y que las palabras no pueden describir en toda su realidad emocional.
Posiblemente sólo lo consiguen unos pocos, muy afortunados, y no siempre de una manera definitiva, sino que a veces durante temporadas, seguramente son aquellos que conectan emocionalmente con alguien, se implican y aprenden a funcionar como un equipo, pero sobre todo, se comunican sin necesidad de palabras. Y eso esta tan lleno de matices...