domingo, 29 de junio de 2008

La luz


Marta no podía ver. No tenía ningún problema físico, sus ojos estaban perfectamente, pero no había luz a su alrededor. Vivía totalmente a oscuras. No sabía qué aspecto tenía porque al no tener luz, los espejos no reflejaban nada en absoluto. Pensó, que la solución a su problema era encontrar una luz brillante y bonita que la acompañara siempre. Con ella sería capaz de salir a la calle sin miedo, le permitiría ver las calles y las gentes que se mueven en ellas. Una bonita luz brillante la haría sentirse especial y segura, estaba convencida de que había conseguido encontrar la solución.
Decidió salir a la calle, muerta de miedo, pero no importaba, la encontraría y el miedo y la soledad desaparecerían. Había muchas luces en la calle, había algunas luces que no eran especialmente bonitas por fuera, pero si te acercabas a ellas, producían una sensación de luz y de calma. A Marta no le parecían interesantes, se sintió rápidamente atraída por las luces brillantes, mucho más bonitas, a las que, si te acercabas demasiado, quemaban, pero no le importó. Decidió que iría con cuidado, y ella no se quemaría, la cuidaría bien hasta que la luz siguiera siendo brillante y bonita pero dejara de quemar. Así, se llevó la más brillante que encontró a su casa. Al entrar en casa, todo se iluminó y le pareció la casa más bonita del mundo, se sintió muy a gusto, cómoda, y una gran sensación de alegría la inundó. Se sintió muy satisfecha de sí misma, y pensó “conseguiré que deje de quemar y seré muy feliz”. Los días pasaban, y la luz, cada día quemaba más, perdiendo su brillo inicial, lo que permitía ver un interior oscuro y feo. Marta, cuanto más quemaba la luz y más fea se volvía, más se esforzaba en cuidar la luz, pero sus esfuerzos eran inútiles. Tanto la cuidaba que el brillo la cegó de tal manera que se sentía incapaz de salir a la calle. Cuanto más tiempo pasaba, estaba más y más decepcionada, se sentía triste por su culpa, por su poco diligencia, la luz se estaba apagando y su casa volvía a sumirse en la oscuridad.
Un día se levantó y ya no había más luz. ¡¡Se había esforzado tanto!! No había servido de nada, seguía a oscuras y muy triste, había fracasado en el cuidado de la luz. ¿Cómo podía haber sido tan tonta? Volvería a salir, esta vez funcionaría. Volvió a casa con una nueva luz brillante, pero volvió a suceder lo mismo que con la primera. Su desesperación era tan grande que creía que se moriría de la pena. Cuando reunió fuerzas, volvió a salir a la calle y se encontró con una chica. Esta chica no llevaba ninguna luz con ella, pero veía perfectamente porque parecía que la luz estaba en su interior. Marta sintió una gran curiosidad y se acercó a ella: “Perdona, ¿cómo has conseguido esa luz? ¿dónde puedo encontrar una luz como la tuya?, he buscado en todas partes y sigo a oscuras...” La chica le contestó “Estás buscando fuera de ti, algo que tú tienes y que eres incapaz de ver. La luz está en tu interior y ni siquiera te das cuenta. Estás tan preocupada en buscar la luz perfecta que no eres capaz de apreciar la luz que tú misma desprendes. ¡Hasta yo la veo!”
Marta le contestó “¿Qué estás diciendo?, ¿no ves que estoy a oscuras?, ¿de qué luz me hablas? Está bien, si no quieres decirme dónde has conseguido la tuya, vale, pero no vengas con gilipolleces. ¡Yo no tengo luz, nunca la he tenido y nunca la tendré!”
Y volvió a casa muy enfadada. Allí, en su oscuridad, pensó en aquella chica, ¡qué mala!, ¡qué egoísta!, ¿estaba loca?. Yo no tengo luz, cómo voy a tener luz, no he sido capaz de cuidar ninguna de las que he tenido, con lo torpe e inútil que soy, cómo voy a tener luz, es totalmente imposible. Todos los que ella conocía o estaban a oscuras o intentaban encontrar una luz, que les duraba más o menos pero no había conocido a nadie que le tuviera o, al menos, no se había dado cuenta de que la tuviera. A partir de ahora saldría más y miraría a su alrededor, quizás no había observado bien y alguien más tenía luz propia, tenia que descubrirlo.
Al día siguiente ya no salió en busca de ninguna luz se dedicó a observar y ver a la gente y para su sorpresa, no todas llevaban una luz consigo, algunas tenían luz propia. ¿Cómo había podido estar tan ciega? Cómo no se había fijado nunca en eso. Tenía que encontrar a aquella chica, quería saber cómo sacar su propia luz, quería hacerlo, pero por más que se esforzaba no lo consiguió. Buscó y buscó a aquella chica hasta que un día la volvió a encontrar: “Perdona, oye, me he estado fijando y hay más gente como tú, quiero ver mi propia luz pero no consigo hacerlo, ¿qué debo hacer?. La chica le contestó: No ves tu luz porque no te has molestado en mirarte siquiera. Crees que no eres lo suficiente buena como para tener luz propia. Todos son capaces de verla menos tú, porque no te has mirado. ¿Sabes siquiera qué aspecto tienes? .
Marta le contestó: “No, nunca creí que fuera importante saber qué aspecto tengo”. La chica le dijo: “Tienes que creer que tienes luz, saber que eres capaz de producir la suficiente para no vivir a oscuras y pensar que ninguna luz que encuentres podrá iluminarte porque sólo tu propia luz permitirá que te veas y seas capaz de ver a los demás. A partir de ese día no te dará miedo salir a la calle, no pensarás que la gente te mira porque vas a oscuras, porque tu luz será capaz de darte el calor y alegría suficiente para que no necesites buscarla en los demás.
Marta volvió a su oscura casa y empezó a pensar en lo que le había dicho aquella chica. Cada día hacía un esfuerzo para mirar en su interior y buscar su luz, no sabía cómo hacerlo, estaba perdida pero estaba decidida. La encontraría, si estaba allí la encontraría.
Un día se levantó y su casa ya no estaba tan oscura, era capaz de ver un metro a su alrededor, estaba tan contenta, lo estaba consiguiendo. Desde entonces Marta se levantaba cada día iluminando un poquito más. Algunos días vuelve a desconfiar y su casa se vuelve oscura de nuevo incluso , algún día se siente tan cansada que le tienta la idea de volver a la calle a buscar una luz brillante y acabar con tantos esfuerzos. Pero, cuando pasan unos días recuerda que ya lo intentó y que buscar fuera la luz que tú misma posees nunca va a proporcionarte la paz que necesitas. Por eso sigue y sigue luchando por encontrar su propia luz y está convencida que algún día la encontrará.
Marta

20 de noviembre de 2002