viernes, 3 de octubre de 2008

Sobre la atracción física

Muchas más personas de las creemos confunden la atracción física con el hecho de estar enamorado/a, y la verdad es que este no es un hecho moderno, es algo que se da desde tiempos inmemoriales. Un ejemplo: Hace unos 2000 años Ovidio escribió "El arte de amar" que una de las mejores formas de conseguir despertar la pasión romántica de una mujer era asistir como espectadores a una lucha de gladiadores en el circo y ver como estos se destripaban en la arena.
Y parece que no iba equivocado, ya que este espectaculo produce una reacción emocional en la persona que lo contempla que puede ser confundido con la atracción física, puesto que puede experimentar aumento de los latidos cardíacos, aceleración de la respiración, rubor, sudoración, etc, sintomas que, por otro lado, son casi idénticos en cualquier emoción intensa, por lo que será de especial importancia la interpretación subjetiva que se haga de ellos para ponerle una etiqueta determinada, por ejemplo "amor" o "repulsión".
Esta teoría tira un poco por tierra siglos de poesía romántica y años de canciones tipo "the power of love", puesto que hace referencia a un sesgo atencional como principal causante de que nos podamos sentir atraídos por alguien. Vamos que puedo sentirme atraído por alguien o sentir rechazo en función de cómo interprete mis emociones en ese momento. Claro que sobre este detalle se han apoyado numerosos conquistadores y seductores, manipulando determinadas variables del entorno pueden consguir un cierto control en la consecución de su objetivo amoroso.
En innumerables ocasiones hemos escuchado aquello de que "el entorno era tan romántico que era imposible que no nos enamorasemos..."
Desde la psicología social se decidieron a investigar este fenómeno, y en el año 1974 Donald G. Dutton y Arthur R. Aron emprendieron una investigación en Vancouver. Para ello utilizaron dos puentes que cruzan el río Capilano. El primero era un puente que estaba a 75 metros de los rápidos que se formaban en esa zona del río, y además el puente tendía a balancearse hacia los lados, con crujidos y como único sostén tenía un cable a la altura de las manos. Vamos que era un puente para gente que no tuviese vértigo. El otro era un puente de madera sólido que estaba a cuatro metros del río, en una zona donde el agua avanzaba de manera tranquila.
Los sujetos experimentales, todos masculinos, debían cruzar uno de los dos puentes. Cuando habían llegado al otro extremo se les aproximaba una experimentadora muy atractiva que les decía que estaba haciendo un trabajo para su clase de psicología sobre "los efectos que tiene sobre la expresión creadora el estar en contacto con panoramas atractivos". Sólo les solicitaba que rellenasen un cuestionario con preguntas de relleno y que escribieran un breve relato sobre el espectáculo que habían visto. Una vez rellanado este "cuestionario" la mujer les daba una tarjeta con su nombre y número de teléfono por si querían saber alguna información adicional sobre el estudio que estaba realizando.
La gran mayoría de los que posteriormente llamaron a la experimentadora fueron aquellos que atravesaron el puente sobre aguas turbulentas.
Bueno, uno puede evitar pensar cuántas relaciones disfuncionales podrían no darse si interpretásemos correctamente nuestras emociones...