lunes, 17 de noviembre de 2008

Kyudo

Hace unas semanas dieron por la televisión un reportaje sobre el tiro con arco japonés, el Kyudo. Esta disciplina es muy rigida y da mucha importancia al estilo de vida del tirador, valorando más la técnica y la concentración que el disparo efectuado en sí mismo. Valora más el cómo y el para qué que el qué mismo.
Se podían analizar muchos aspectos interesantes, tanto de filosofía de vida (zen) como de política empresarial, ya que mostraban a un grupo de aficionados a esta práctica que la ejercían en el campo de tiro (Dojo) que les había construido la empresa, y así no necesitaban salir del trabajo para practicar. Ellos afirmaban estar muy agradecidos a la multinacional, pero me imagino que la multinacional estaba muy agradecida al kyudo por poder retener de esta manera más tiempo a los trabajadores y que encima estos estén agradecidos ("El verdadero poder es conseguir que los demás hagan lo que tú deseas pensando que hacen lo que ellos desean").
Pero para mi lo más interesante fue el espacio que le dedicaron a un artesano que hacía los arcos, y que estaban muy valorados en el mercado. Explicaban que sólo quedaban dos o tres artesanos que los fabricasen siguiendo las técnicas de antaño, puesto que ahora era más fácil ir a un gran almacen y comprar algo más barato y prefabricado. Este artesano controlaba todas las fases del proceso, escogía las maderas en un bosque cercano y las dejaba reposar meses en un almacen hasta que estas estaban preparadas. Luego las trabajaba con mucho cuidado, ya que casi todo lo que hacía era por encargo.
El detalle más interesante fue la relación que tenía con su aprendiz. Éste no cobraba un sólo duro por trabajar y aprender del maestro, es más, no se hablaban en ningún momento y afirmaba no haberle dirigido nunca la palabra. Un día se lo encontró esperando en la puerta del taller, lo dejó pasar y este se pasó semanas observando todos los movimentos del maestro, hasta que hace unos pocos meses empezó a atreverse a escoger el mismo las maderas para empezar a hacer arcos. El maestro afirmaba que un aprendiz tiene que estar motivado para aprender, y tiene que demostrarlo, no es una tarea del maestro motivarlo, ya que es su futuro el que está en juego, no el del maestro, que ya lo estuvo en el pasado.
No podía evitar compararlo con lo que nos está ocurriendo aquí, al menos en España, donde responsabilizamos a los maestros de cualquier disciplina de que sus alumnos estén motivados para aprender, hasta el punto que si no aprenden consideramos que es un fracaso de los maestros, no de los alumnos. Tal vez esta falta de responsabilidad sobre los propios resultados es una forma de mostrarles el camino a la intolerancia a la frustración, y por ende, a la desmotivación.