lunes, 29 de diciembre de 2008

Lisbeth Salander II

Hay personajes de ficción que no deberían provocarnos fascinación ni admiración, o al menos no lo harían en la vida real, debido a algunas características de personalidad agresivas y violentas. Lisbeth Salander no es la primera, antes hemos tenido a Hannibal Lecter, Patrick Bateman, Dexter Morgan y Lestat de Lioncourt, sólo entre los recientes, porque antes estuvo Rodion Romanovich, el protagonista atormentado de Crimen y Castigo.
Pero, ¿qué nos provoca admiración en ellos? Personalmente creo que es por una fascinación romántica, que nos hace participes del código moral de estos personajes (bueno, Patrick Bateman no). Cualquiera que se haya leído los libros de Thomas Harris sabrá cuáles son los principios morales de Hannibal lecter, incluso puede que simpatice con algunos de ellos, quien sea seguidor de Dexter nos podrá explicar las tribulaciones y justificaciones (no motivaciones) de Dexter Morgan, y a pesar de que no lo intenten sus autores, quien no ha sentido simpatía por Patrick Bateman y Rodion Romanovich, aunque supongo que es debido a que la narración es en primera persona.
Con el personaje de Lisbeth Salander vamos un paso más allá, bueno Stieg Larsson fue un paso más allá, y no sólo por el hecho de que sea un personaje femenino, sino porque no la etiqueta como psicópata, sino como "Sindrome de Asperger", aunque no creo que todo aquel que tenga este sindrome tenga el mismo comportamiento. Lástima,tal vez sea cierto que la realidad es más extraña que la ficción, por que los psicópatas y diferentes grados de autismo que he conocido en mi vida profesional no tienen el glamour de ninguno de estos personajes. Siempre nos quedarán los libros.
Volviendo al personaje de Lisbeth, tal vez lo más atrayente es que toma aquello que desea, aunque tiene un código moral que se sustenta en su propia experiencia vital, y que sigue a rajatabla, sin importarle las consecuencias y mucho menos la opinión de los demás. Es una persona que socialmente parece desadaptada, aunque en realidad no lo es, se ha adaptado demasiado bien, moviéndose entre las grietas del sistema que la pisotea y sacando un gran provecho de ello. Sus sentencias son en muchos casos refritos de otros grandes personajes de la literatura, pero en ella adquieren una nueva dimensión.
Aún me estoy recuperando de la lectura del segundo libro de Millenium (La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina) y no puedo quitarme de la cdabeza una de estas frases de Lisbeth, "No existe la inocencia, sólo hay diferentes grados de culpabilidad".