jueves, 12 de febrero de 2009

El castigo

El castigo se sitúa en el polo opuesto al premio, y al igual que este, puede ser merecido o no por parte de quien lo recibe. También puede ser un placer por parte de quien lo otorga, o no.
Pero en el caso de los premios nadie se cuestiona la intención del que premia, ya que al tratarse de algo positivo lo aceptas y ya está, salvo un pequeño grupo de personas con conciencia que sufre si no se cree merecedor del premio que le han - injustamente - otorgado. En el caso de los castigos la mayoría nos cuestionamos la intención del que castiga, ya que suele estar situado por encima nuestro moralmente, hasta el punto que en ocasiones nos importa más la intención con la que se nos ha castigado que el propio castigo en sí. Entonces se produce un segundo castigo, el que la persona se impone a si misma preguntándose obsesivamente el por qué, cuando no tiene posibilidad de acceder a esta información.

En el mundo relacional de las familias y de las parejas esto se utiliza muy a menudo, le pregunta el niño a la madre por qué está enfadada y ella le contesta "ya lo deberías saber, y si no lo sabes, más motivo para estar enfadada". Genera angustia saber que alguien te castiga con su enfado y no te quiere decir por qué, y la impotencia de no poder saberlo hace que el castigo sea más doloroso todavía.

Tal vez el entorno donde esta dinámica se vuelve más cruel y perversa es en el mundo laboral, donde es conocido como mobbing. Es una situación de acoso, ya que quien la ejerce tiene una posición de poder sobre el castigado, y en la mayoría de ocasiones la arbitrariedad hace un efecto de revictimización que imposibilita cualquier maniobra de dignidad al sometido. La mediocridad del acosador laboral debería hacerse evidente para el resto de trabajadores, ya que si la única forma que tiene de solucionar los conflictos es causar daño emocional...

A veces hay trabajadores (leones) que son dirigidos por mediocres (corderos), y así le va a la empresa, organización, asociación, sindicato, etc.