jueves, 14 de mayo de 2009

La rabia y la gasolina

Hay ocasiones en que lo mejor que se puede hacer es no complicar las cosas. En aquellas situaciones en las que hagas lo que hagas no tienes ninguna manera de conseguir algo bueno lo mejor que se puede hacer es no empeorarlo, y esto, que parece una perogrullada es una de las principales discapacidades que tenemos. Tal vez sea que nos hemos acostumbrado a que, en los últimos años, tengamos un control total sobre nuestro entorno.
Entonces ocurre algo que nos resulta inesperado, que nos sorprende desagradablemente, y queremos retomar el control de la situación de manera rápida, inmediata, y esta presión nos lleva a hacer algo que no hemos valorado convenientemente y que, por lo general, provoca nuevos problemas que anteriormente no teníamos. Y luego sólo nos queda lamentarnos.
Ya dije en una entrada anterior que sólo hay dos tipos de personas, los toros y los toreros. Pues bien, cuando uno sabe que es un toro, su responsabilidad es no embestir al capote que le pone el torero, puesto que siempre es el toro el que se juega más, ya que no tiene servicio de urgencias por si es herido.
La rabia es la emoción que nos facilita la energía necesaria para defendernos cuando nos sentimos atacados, pero hay que canalizarla y usarla con acierto, puesto que puede ser como un boomerang y volvernos con más potencia, y seguramente esto es algo que, inicialmente, no teníamos previsto. Y lamentarse después nunca compensa.
En ocasiones la mejor opción es dejar que el fuego se extinga si lo único que tienes a mano es un bidón de gasolina.