lunes, 25 de mayo de 2009

La versión del lobo

Este cuento comienza en un bosque. No era un bosque que fuese nada del otro mundo, pero en él reinaba la tranquilidad y la satisfacción de los animales que lo poblaban.
Gran parte de la responsabilidad de esto recaía en el Lobo, que se encargaba de mantener el orden.
El día al que nos referimos en este cuento era uno de primavera, soleado pero de temperatura agradable, en el que nuestro protagonista disfrutaba de dormitando en su guarida después de haber patrullado toda la noche.
Varios animales acudieron con urgencia hasta él para reclamarlo, había una niña que estaba arrancando flores y pisoteando plantas sin ningún tipo de consideración. Como era su deber, se acercó a ver qué estaba pasando. Cuando la alcanzó estaba en un camino dando gritos estridentes de lo que parecía querer ser una canción. Los pájaros callaban y muchos animales observaban asustados a esa histriónica criatura. Cuando le pregunto qué estaba haciendo, la niña contestó que iba a casa de su abuelita, en la otra punta del bosque, a llevarle comida y unas flores que había encontrado por el camino.
Al lobo se le cayó el alma a los pies ante las flores cortadas. Decidió ponerlo en conocimiento de la abuela, ya que pensó que ella sería la apropiada para escarmentar a esta niña.
Cuando llegó a su casa, la abuelita se horrorizó ante lo que había hecho su nieta, y le dijo al lobo que lo mejor sería darle un susto para que aprendiera. Le dijo que se disfrazase de ella y así la podrían asustar.
Así lo hizo nuestro amigo, y se metió en la cama para que no fuese evidente lo precario de su disfraz. La abuelita se metió en el armario para poder verlo todo por una rendija.
Los gritos de la niña anunciaban su llegada. Cuando entró en casa, sin llamar, evidentemente, puso una cara de sorpresa ante la visión de su abuelita. Y a quemarropa preguntó con su tonillo impertinente:
- ¡Abuelita que orejas más feas tienes! ¡Y qué grandes!
La abuelita no daba crédito a lo maleducada que era su nieta, pero el lobo, haciendo alarde de su flexibilidad le contestó:
- Son para oirte mejor...
- ¡Y qué ojos más raros y grandes tienes hoy!
- Son para verte mejor... - esta vez le costó un poco más no contestar ante la impertinencia.
- ¿Y esa boca tan grande? ¡Qué dientes más grandes tienes!
El lobo consideró que ya era suficiente, con un movimiento torpe se puso de pie y se dirigió hacia la niña que huyó ante lo que evidentemente no era su abuelita. Cuando salió al jardín vió dos cazadores que alertados por los gritos cargaron sus escopetas y abatieron a un extraño animal con camisón que iba detrás de la niña. Está entró en su casa y se abrazó a una abuelita incrédula ante lo que había visto y con un gran sentimiento de culpa por no decir nada, pero creyó que era mejor así. Total, el lobo ya no iba a resucitar.
Los habitantes del bosque no entendieron nada de lo ocurrido, pero la historia que explicó la niña fue aceptada por todos, ya que al lobo se le había ido la mano en alguna ocasión.

Porque como dicen, la historia se escribe con las mentiras de los vencedores.

Gracias a Gemma Borraz.