martes, 8 de diciembre de 2009

La gestión del pánico

- No pude hacerlo. Quisiera morirme, pero no pude hacerlo. Me bloqueé, el pánico me superó y me rendí. Lo peor es que no puedo quitármelo de la cabeza y me atormenta.
- No es malo sucumbir al pánico alguna vez.
- Sí que lo es cuando te has estado preparando constantemente para esto. No sé si volveré a tener otra posibilidad de que confíen en mi.
- Eso depende de la relación que tengas con los que te tutorizan. ¿Es buena?
- Es excelente. Siento que les he fallado.
- ¿Te habían presionado para que acertases?
- No.
- ¿Te han dicho que les has fallado?
- Tampoco.
- Entonces deja que ellos te comuniquen sus sentimientos, no los pongas tú en la boca.
- Da igual, de todas formas siento que nunca llegaré a vivir de ello.
- ¿Y eso?
- Sólo los mediocres se bloquean ante las oportunidades, los que llegan, las aprovechan.
- Siempre y cuando sepas distinguir las oportunidades.
- Yo sé que la he perdido. No te recrees...
- ¿Y la de ahora? ¿No la has visto? No hay peor oportunidad perdida que aquella de la que no eres consciente siquiera.
- ¿Qué oportunidad estoy perdiendo ahora?
- Mira, cuando tenía más o menos tu edad realizaba mis prácticas en el CAS. Empecé por hacer fichas de entrada supervisado por mi tutora, hice de coterapeuta silencioso de todos los profesionales del Centro, y cuando ya llevaba más de un año de aprendizaje, mi tutora me dijo que cambiaríamos los papeles. Ella haría de coterapeuta silenciosa y yo llevaría el caso. Se apoderó de mi el pánico, fue una sensación desagradable que me bloqueó y que me hizo decir que no. Ella insistió. Reconoció que era normal estar nervioso pero siguió adelante. Cuando se levantó para hacer pasar a la visita, le amenacé.
- ¿A tu tutora?
- Sí. Le dije que no me sentía preparado en absoluto, y que si seguía adelante, me iría y lo llevaría ella sola.
- ¿Y qué pasó?
- Supongo que entendió mi pánico y dio marcha atrás. Hicimos lo de siempre. Al día siguiente estaba con la coordinadora del centro y me dijo que mi tutora le había comentado el incidente. Evidentemente yo le dí todas las argumentaciones posibles que se me ocurrieron para tapar mi vergüenza, y ella las escuchó pacientemente y con atención. Al finalizar me dijo algo que me hizo dar cuenta que había algo que todavía no había aprendido.
- ¿Qué te dijo?
- "Bueno, nunca podrás decir que no te dimos una oportunidad de ser psicólogo".
- ¿Y?
- Aprendí que me había fallado a mi mismo y que debía ser indulgente para aprender que me puedo equivocar. Desde entonces dije a todo que sí, luego me daba permiso para sentir pánico.