lunes, 14 de diciembre de 2009

Los restos del día

"Tras cruzar de nuevo el vestíbulo, volví a mi puesto habitual debajo del arco y, durante más o menos una hora, en concreto hasta que se marcharon los señores, no ocurrió ningún hecho que me obligara a abandonar mi puesto. Fue una hora que, retuve perfectamente en la memoria y, durante todos estos años, he tenido de ella un recuerdo muy nítido. Al principio, debo reconocer que me sentía bastante abatido. pero después, mientras transcurrieron los minutos, empecé a notar un fenómeno curioso. Es decir, empezó a invadirme una fuerte sensación de triunfo. No recuerdo si, en aquel momento, pude explicarme esa reacción; hoy, en cambio, analizando aquel instante de nuevo, no me parece tan difícil poder entenderlo. Después de todo, aunque las últimas horas del día habían sido agotadoras, me había esforzado por mantener cada minuto "la dignidad propia de mi condición", de un modo, además, del que incluso mi padre habría estado orgulloso. Frente a mi, al otro lado del vestíbulo, tras aquella puerta en la que tenía clavados mis ojos, en la misma habitación donde acababa de prestar mis servicios, los seres más poderosos de Europa deliveraban sobre el destino de nuestro continente. Nadie habría podido negarme que aquellos momentos estuve todo lo cerca del eje de los acontecimientos importantes que un mayordomo podría soñar. Por lo tanto, me imagino que en esos instantes, mientras meditaba sobre lo ocurrido aquella noche y sobre lo que aún estaba sucediendo, tuve la sensación que aquellos acontecimientos venían a resumir el transcurso y los logros de toda una vida, y no creo que exista otra explicación de la sensación de triunfo que me invadió aquella noche".

Kazuo Ishiguro "Los restos del día"

Leyendo este fragmento no puedo evitar rememorar a todos aquellos que dedican su vida a una causa, familiar, de pareja, profesional, y llegan a mimetizarse tanto con ella que acaban perdiendo de vista su propia vida, ya que lo que queda para ella son los restos del día, aquellas horas que no son necesarias para la causa, y que, al final, se convierten en una molestia al no saber qué hacer con ellas.