viernes, 13 de mayo de 2011

Los niños buenos van al cielo?

Estamos distraídos mirando qué productos de la herboristeria vamos a comprar. De fondo sentimos a una pareja de cuarenta y tantos que stás discutiendo con la dependienta sobre diferentes tipos de preparados relajantes, "calmantes" dicen ellos.
A nuestro lado un niño mira fascinado los productos de la estanteria. Tendrá unos cuatro o cinco años. De repente se dirige al mostrador y dispara su pregunta a los padres:
- ¿Esto para qué es?
La dependienta sonrie, el padre le ignora y la madre con una cara muy amorosa, y mientras le acaricia la cabeza, le contesta:
- Esto es para ti.
- ¿Para qué? - Contesta el niño (nosotros pensamos que todavía es ingenuo, que aún no le han intoxicado con los por qué)
- Es para ti. Es un medicamento para que te portes bien.
En este punto nosotros no podemos seguir mirando productos de herboristería, sobre todo mientras un frío helado desciende por nuestra espalda. El niño se ha quedado callado, mirando el producto embobado, pero de golpe dice:
- ¿Y por qué? (podemos ver que sabe utilizar bien las preguntas)
La madre sigue mostrando esa mirada cariñosa, casi cándida, y le contesta:
- Porque esto hara efecto en tu cerebro y tu no podrás portarte mal.
Ahora nos cruza la imaginación aquella escena de la película "El hundimiento" en que una madre da pastillas de cianuro a sus hijos mientras duerme, ya que afirma que es lo mejor para ellos.
El padre está explicando a la dependienta que es un niño "terrible" que no para ni un momento, y que ellos necesitan tranquilidad.
Al final, la madre, pide un complejo vitamínico para ella.
- Que no tenga gingsen - corta raudo el padre - que si no te pones espitosa y no puedes parar...



En este punto sufrimos, sufrimos por ese niño indefenso ante unos padres que no dudan en medicarlo "naturalmente" para que deje de ser un niño y se ajuste a los patrones de conveniencia de sus padres. O sobre todo, de su padre, que parece que ya sometió antes a la madre... 
Tal vez los niños buenos van al cielo, o tal vez los niños buenos se están quietos...