lunes, 13 de junio de 2011

Sobre el amor y las proyecciones

Esta es la historia de C y D. Es una de esas historias sencillas, habituales, pero cargadas de mucho sufrimiento.
Cuando C y D se conocieron tuvieron percepciones diferentes de la oportunidad de su encuentro. C vió alguien a quien amar y por quien ser amada. D vió alguien por quien ser amado y alguien a quien amar en otras circunstancias vitales.
Evidentemente esto no se lo dijeron, se lo reservaron, ya que la incertidumbre es el mejor combustible para una relación que comienza. Obviamente rellenaron las lagunas de la incertidumbre con las fantasías propias, y así, C se imaginó en una relación correspondida, ella daría tanto como recibiría. Sencillo, y por tanto, plausible. D se imaginó en una relación cómoda, él daría aquello que considerase y recibiría gustoso todo aquello que C le quisiera dar. Sencillo, y por tanto factible.
Y empezaron a bailar. Todos los bailes deseados comienzan con más ganas que talento y eso conseguía evitar las frustraciones propias. "Ya cambiará, conseguiré que se dé cuenta" pensaba C, "ya se calmará, se dará cuenta que lo mejor es la ausencia de compromiso" pensaba D.
Un matemático diría que estaban construyendo una ecuación inestable, poco equilibrada. C daba mucho con la esperanza de recibir mucho "yo no le engaño" se aseguraba para sí misma; D daba poco, no pedía nada "yo no la engaño" se aseguraba a sí mismo.
Pero, ¿cómo renunciar a aquello que te gusta? ¿Cómo decir basta cuando estás cómodo? D no podía. Y C se impacientaba. Ahora ya no era aquella chica dulce, la frustración empezó a afilar sus aristas, ¡y cómo cortaban si te descuidabas! Esto hizo que D se mantuviese a la defensiva: estaba dispuesto a mantenerse en una relación cómoda, pero no en una relación en la que se sintiese herido.
¿Y C? C sufría. "¿Por qué? " - Se preguntaba - "¿Si doy gratuitamente por qué no me trata de manera especial?" Y se enfadaba. Pero se enfadaba porque le quería. O eso creía ella. A lo mejor sólo lo necesitaba. O lo creía necesitar. O vete a saber tú.
Tal vez un día le podamos explicar a C y a D que lo que es gratis no suele ser valorado por los imbéciles. Por tanto, hay que ofrecerse poco a poco a los demás, para comprobar de qué pasta están hechos realmente, y evitarnos proyecciones incómodas. ¿Y los imbéciles? Tendrán que asumir que lo son. Esa es la norma primordial que facilita cualquier cambio. Y luego, ya tendremos tiempo de hablar sobre su narcisismo...