lunes, 30 de abril de 2012

Beppo el Barrendero


Estos son tiempos difíciles, complicados, de vértigo. Hemos entrado en una espiral vital basada en la inmediatez. Todo tiene que ser rápido, todo tiene que ser ya. ¿Ya? ¡No, para ayer!
Descubres que la gente oye, pero no escucha. Habla, pero no dice. Mira pero no observa. Sentencia, pero no piensa. Preferimos optar por la economía cognitiva en vez de pensar aquello que realmente deseamos decir. ¿Por qué? Porque los deseos se cumplen inmediatamente o no valen la pena de ser disfrutados. De esta manera las conversaciones tienen a perder mucho valor, valor comunicativo, ya que si la respuesta no es inmediata, no vale.
En estas circunstancias, cuando alguien se para a reflexionar sobre lo que le acaban de decir y se toma un tiempo para elaborar una respuesta que sea adecuada para el interlocutor pero que a la vez sea coherente con lo que uno quiere ser, asistimos a la estupefacción, la incredulidad y en la mayoría de ocasiones, al desprecio.
Los que tenemos 35 años y pico, leímos Momo, de Michael Ende. En esta novela había un personaje que se llamaba Beppo el Barrendero, que se tomaba su tiempo para valorar las conversaciones y daba importancia a las respuestas que había de dar a las personas. Os dejo la descripción que el autor nos dejó:

El viejo se llamaba beppo barrendero. En realidad tenía otro apellido, pero como barrer era su profesión y todos lo llamaban así, el decía que ese era su nombre.
Beppo vivía en una choza que él mismo había construido, cerca del anfiteatro (donde vivía momo), a base de ladrillos, latas y cartón embreado. Era extraordinariamente bajo, siempre iba un poco encorvado, por lo que apenas pasaba a momo. Siempre llevaba su gran cabeza, sobre la que se erguía un mechón de pelos canosos, un poco torcida, y sobre la nariz llevaba unas pequeñas gafas.
Algunos opinaban que Beppo estaba un poco loco, porque cuando alguien le preguntaba algo se limitaba a sonreír amablemente y no contestaba. Pensaba.
Y cuando creía que una respuesta era innecesaria, se callaba. Pero cuando la creía innecesaria, pensaba sobre ella. A veces tardaba en contestar dos horas, pero otras tardaba todo un día. Mientras tanto, el otro, claro está, había olvidado su pregunta, por lo que la respuesta de Beppo lo sorprendía.
Solo Momo sabía esperar y entendía lo que decía. Sabía que se tomaba tanto tiempo para no decir nunca nada que no fuera vedad. Pues en su opinión, todas las desgracia del mundo nacían de las muchas mentiras, las dichas a propósito, y las involuntarias, causadas por la prisa o la imprecisión.

Pero claro, si nuestra generación, que pudo crecer con el ejemplo de Beppo ha decidido tomar la senda de la inmediatez estúpida, ¿qué harán las generaciones de niños actuales que tienen como modelo a Bob Esponja y otras criaturas estresadas?

La descripción la podéis encontrar en http://momoeneltiempo.blogspot.com.es/2005/09/los-amigos-de-momo-i-beppo-barrendero.html
Imagen tomada de  http://blog.educastur.es/momo/2012/01/31/beppo-barrendero/