lunes, 2 de febrero de 2015

Priorizar la cocaína

- El problema realmente lo he tenido con mi hija.
- ¿Por qué?
- Se ha enfadado mucho conmigo y lleva una semana que no me habla.
- ¿Qué edad tiene?
- Tiene 24 años.
- Pues habrá que respetar su voluntad, ¿no crees?
- ¡Es muy duro!
- ¿Vivís juntas?
- No, ella vive con su pareja, y ya no la veía tanto como antes, y ahora se niega a que nos veamos... Es que... ¿sabes? está embarazada de tres meses y yo no me quiero perder su embarazo.
- Claro, claro... ¿Por qué habrá tomado ella una decisión tan drástica?
- Ya sabes...
- No, no tengo ni idea, piensa que hace diez minutos que nos hemos conocido.
- Porque he recaído... ¡qué va a ser!
- Ah... O sea que tu hija no aprueba tu relación con la coca...
- ¡Qué va! Se agarra unos cabreos terribles cuando se entera que he consumido.
- ¿Y cómo se entera?
- Porque yo no engaño, si recaigo lo digo.
- Pues eres honesta.
- Claro, sólo me pasa de tanto en tanto, una vez cada diez días o dos semanas... cuando no puedo más con todo me permito un pequeño homenaje...
- Ya... ¿Cómo se debe sentir tu hija?
- Se enfada porque no quiere que consuma. Pero lo que me da rabia es que siempre hace lo mismo, se agarra un cabreo de dos pares de cojones y luego se le pasa con los días y volvemos a empezar...
- ¿Entonces qué te preocupa?
- Pues que me estoy perdiendo estos días de embarazo y ya no los podré recuperar.
- Mira, yo no te voy a consolar...
- ¿No? ¿Por qué? Vas a ser mi psicólogo...
- Claro, yo no estoy para consolarte, estoy para hacerte pensar y cambiar de conductas y de actitud... Así que si deseas cariño o consuelo no vengas a hablar conmigo.
- Pero es injusto, yo sufro, ¿ella no se da cuenta?
- ¿Y qué más da?
- ¿Cómo que qué más da? ¡Yo la quiero!
- Supongo que ella a ti también. Y se preocupa por tu salud, ¿verdad?
- Sí, siempre me acompaña a los médicos y todo eso...
- Entonces el problema es que tú no te estás dando cuenta del sufrimiento que le provocas a ella.
- ¿Por qué?
- Mira, si yo fuese ella no dejaría de hablarte un par de semanas, lo haría para siempre. Te dejaría de hablar y no dejaría que te me acercases ni a mi ni a mi futuro hijo.
- ¿Por qué?
- Porque tus prioridades así lo indican.
- ¿Qué quieres decir?
- Parece que para ti es más importante el consumo puntual que la relación con tu hija y tu futuro nieto.
- ¡Eso no es verdad!
- ¿Por qué lloras?
- Porque me duele lo que dices...
- ¿Crees que miento o que lo digo por decir?
- No, pero es que...
- Mira, llorar está bien, pero cambiar está mejor. Si de verdad quieres dar un mensaje coherente y convincente a tu hija demuéstrale que valoras más su compañía que el consumo de cocaína.
- Yo la quiero mucho, más que mi vida...
- Bueno, seguro que sí pero parece que no tanto como la cocaína... Cambia eso y veamos qué relación tiene tu hija contigo.