jueves, 11 de febrero de 2016

Del esfuerzo al sacrificio

Uno es lo que decide ser. Las decisiones nos posicionan ante las consecuencias, al menos aquellas que tomamos conscientemente, y las que no, debemos elevarlas al nivel de la consciencia.
http://juliofreitas.com/es/blog/por-que-dios-pide-el-sacrificio/
Una de las más significativas en mi opinión es la que hace referencia al deseo de ser una persona sacrificada, generalmente de cara a los demás.
Siempre he creído que las personas sacrificadas, aquellas que basan sus relaciones en el sacrificio, son personas que tienen un importante rasgo de egoísmo, ya que buscan un reconocimiento innecesario que suele provocar idiotización para el que se sacrifica. Esta idiotización se produce porque al sacrificarse facilita en su entorno la tendencia a no pensar (ya lo hace la sacrificada por mi), y si no piensan, no reconocen, y si no reconocen, no agradecen, y si no agradecen, refuerzan negativamente, y así, la persona sacrificada cree que tiene que sacrificarse más para que el otro le reconozca.
¿Qué hago si soy una persona sacrificada? Cambiar.
¿Cómo voy a dejar de ser sacrificada si lo he sido siempre? ¿No sería mejor que cambie el desagradecido de turno? Así tendrá más ventajas, dejará de ser un aprovechado... No, quien tiene que cambiar es quien está incómodo, porque es quien tiene más motivos y más opciones de aprendizaje. Pedir que cambien lo demás no deja de ser una forma de victimismo y de pedir que se sacrifiquen los demás como hemos hecho nosotros. Si quieres dejar de ser sacrificada sólo tienes que cambiar el verbo: tienes que ser esforzada.
¿Qué ventajas tiene ser esforzada? Que el esfuerzo lo percibimos con un límite, el sacrificio no.