lunes, 9 de enero de 2017

Cómo dar estabilidad a mi vida

Imagínate que tienes que comprar una mesa. ¿Cómo la quieres?

En función del uso que le quieras dar la buscarás de un tamaño u otro, pero siempre querrás que sea una mesa estable. Lo más estable posible.

¿En que se fundamenta la estabilidad de una mesa? ¿En su tamaño? ¿En su peso? ¿En su robustez? ¿En sus adornos, colores y otras mandangas? No. La estabilidad de una mesa se basa en el número de patas que tiene. Cuantas más patas mejor, aunque lo habitual es que sean cuatro.

En algunos bares ponen mesas de una sola pata, para tomar un café rápido. Son mesas en las que mejor no te apoyes con demasiada fuerza, porque las vuelcas. ¿Por qué? Porque una sola pata da un equilibrio precario. Además, si la única pata que tiene falla, por lo que sea, deja de ser una mesa. Bueno, pues lo mismo ocurre con la vida, si la basas en una sola ilusión, acabas dependiendo de ella. Así, por ejemplo, hay quienes basan toda su vida en el trabajo, y trabajan más que viven, o viven a través del trabajo, pero, cuando se jubilan, no tiene sentido su vida... En el mejor de los casos, se deprimen. O quien basa su vida en el cuidado de sus hijos, y luego sufre el síndrome del nido vacío... o no lo sufre porque no permite que se vayan...

Si quieres tener una vida estable ante la incertidumbre de la vida, lo mejor es tener un número de ilusiones lo mayor posible, dentro de lo que nuestras posibilidades nos permitan abarcar. Si tenemos más ilusiones de las que podemos disfrutar, nuestra vida se vuelve poco estable, porque es como una mesa de patas finas, ante una presión suficiente se van quebrando hasta hundir la mesa.

Por tanto lo mejor es tener algunas ilusiones principales o robustas que dan una continuidad y otras más secundarias que pueden pasar a ser prioritarias si fallan las primeras. Pero también tener algunas opciones en la recámara por si acaso, y dónde y cómo conseguir nuevas en caso de que todas nos fallen, porque nunca sabemos qué es lo que está por acontecer...