- Yo lo único que hago aquí es plantearle preguntas por el
bien de mi hija, hago de abogado del diablo.
- ¿Y cree que ejerce adecuadamente?
- Lo que no quiero es que ocurra lo de siempre, que ella se
proponga hacer cambios en su vida, que
luego los deje a medias, fracase y acabe emocionalmente hundida y sin ganas de
vivir, porque entonces es cuando tendremos que sufrir sus padres.
- Creo que le entiendo, pero no puedo pasar por alto que su
mujer no dice nada y que su hija no para de llorar. ¿Por qué cree que llora tan
desconsoladamente?
- No lo sé, supongo que no le gusta escuchar la verdad… eso
debería decírmelo usted que es el psicólogo.
- Sí, yo tengo mis teorías al respecto pero, ¿sabe?, pero
usted conoce a su hija desde hace 22 años y yo desde hace un mes. ¿Qué teoría
cree que prefiere ella escuchar? ¿De quién cree que preferiría ella recibir
apoyo?
- Desde luego que ella prefiere recibir el apoyo de sus
padres antes que de un extraño.
- Estoy de acuerdo, y creo que ella también. La pregunta que
me hago es si ella siente que tiene ese apoyo de sus padres, o mejor dicho, de
usted, puesto que a la madre se lo prefiero preguntar luego…
- Ella sabe que puede contar con mi apoyo en todo lo que
necesite.
- ¿Sí? Mire, su hija niega con la cabeza…
- No sé porqué lo hace, siempre la he apoyado.
- Perdona que le contradiga pero en este momento no parece
que la esté apoyando mucho. La verdad es que intentar compaginar las ideas de
abogado del diablo y apoyo se me hace difícil…
- ¿Por qué?
- El abogado del diablo defiende a su cliente, el diablo, no
se preocupa para nada del sufrimiento de sus víctimas. Tiene muy claras sus
prioridades.
- ¿Está diciendo que no quiero a mi hija?
- No. Estoy diciendo que no está apoyando a tu hija, y en
este momento su hija le necesita. No apoyarla en los cambios que ella necesita
hacer en su vida, como emanciparse, y reservar la ayuda para cuando fracase no
me parece una opción acertada. El sufrimiento acumulado de esos fracasos que me
dice hará mella cada vez más.
- Es que ha fracasado muchas veces.
- ¿Ella sola?
- ¡Pues claro! Es que es su vida…
- Sí, eso es cierto. ¿Cree que si hubiese recibido algo de
ayuda habría triunfado?
- A nosotros no nos va a tener siempre… Tiene que
acostumbrarse a conseguir las cosas por ella misma…
- Yo me refiero a recibir ayuda, no a que haga las cosas por
ella.
- Yo no creo que tenga que darle esa ayuda. Yo salí solo,
luchando.
- ¿Está satisfecho de lo que ha conseguido? No es por nada,
pero su mujer también está llorando…
- Ya. Podría haber conseguido más cosas si me hubiesen
ayudado…
- ¿Como su hija?
- ¡Está manipulando mis palabras!
- No es mi intención. Yo le estoy escuchando. Es usted quien
ha dicho que es el abogado del diablo, no de su hija, es usted el que ha dicho
que su hija tiene que salir sola, sin ayuda, pero que si usted hubiese recibido
ayuda habría conseguido más cosas. Entiendo que eso es lo que hace sufrir a su
mujer.
- ¿Y qué quiere que haga? ¿Cree que no hago las cosas con la
mejor intención?
- Intento no entrar a valorar las intenciones, intento
cuestionar las conductas, para poder promover cambios que alivien el
sufrimiento de su hija, y desde este momento, creo que de toda su familia.
- ¿Y qué quiere que haga?
- Para empezar creo que esa pregunta debería contestarla su
hija. – Mirando a la hija - ¿Qué cambio necesitas que haga tu padre?
- Necesito que cambie de cliente. Necesito que deje de ser
el abogado del diablo y sea el mío – dijo, ya sin llorar.