Había una vez una mujer que se
retiró a una cueva en las montañas con un gurú. Quería, decía ella, aprender
todo lo que pudiera saber. El gurú le dio montones de libros y la dejó sola
para que pudiera estudiar. Cada mañana, el gurú regresaba a la cueva a
verificar el progreso de la mujer. En su mano llevaba un pesado bastón de
madera. Cada mañana le hacía la misma pregunta:
“¿Ya has aprendido todo lo que se
puede saber?” Cada mañana, la respuesta de ella era la misma. “No”, decía, “no
lo he hecho”. El gurú entonces le pegaba en la cabeza con su bastón.
Esta escena se repitió durante
meses. Un día el gurú entró en la cueva, hizo la misma pregunta, escuchó la
misma respuesta y levantó su bastón para pegarle de la misma manera, pero la
mujer cogió el bastón del gurú, parando su golpe en el aire.
Aliviada de haber dado fin a los
golpes cotidianos, pero temerosa de la represalia, la mujer volvió la vista
hacia el gurú. Para su sorpresa, el gurú sonrío. “Felicidades”, le dijo, “te
has graduado. Ahora sabes todo lo que necesitas saber.”
“¿Cómo es eso?”, preguntó la
mujer.
“Has aprendido que nunca aprenderás todo lo que se
puede saber”, le contestó. “Y has aprendido a parar el dolor.”
Gracias a Rosa Fernández por pasármelo...