Las caricias pueden ser de gestuales o verbales. El arte de acariciar depende en gran medida de la capacidad del acariciador de saber conjugar su intención con la conducta apropiada. Y no resulta un arte fácil de ejecutar, no, porque si no, no habría tantas quejas.
Para empezar debemos de querer acariciar, y no todo el mundo está dispuesto a ello. La caricia manifiesta reconocimiento, que reconocemos la importancia del otro y queremos su bienestar. Hay quien considera que reconocer al otro y acariciarlo es una forma de humillarse, de rebajarse a la categoría inferior del otro, y por eso no lo hacen. Justifican que no son de caricias, que son fríos, que lo demuestran de otra manera, pero la verdad es que no cuela, y tarde o temprano acaban rodeados de gente como ellos, huraños les llaman.
Y es que hay que ser muy valiente para enfrentarse al mundo con las defensas justas, aceptando que es posible amar y recibir dolor, buscando al máximo el primero evitando así al segundo. Porque la cobardía se esconde de las armaduras, y dentro ellas se perpetúa el sufrimiento.