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domingo, 24 de enero de 2021
Las peores mentiras (malditas mentiras)
Afirmaba Mark Twain que hay tres tipos de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas. Sobre las últimas poco puedo decir que no se haya dicho ya, sobre todo, por personas mucho más capacitadas que yo. Sobre las primeras poco puedo decir tampoco, pero sobre las malditas mentiras, si que puedo añadir un pequeño matiz.
Para mi son las peores. ¿Por qué? Porqué juegan con la ilusión del otro.
Por supuesto creo que las hay de dos tipos, las conscientes y las inconscientes, intencionadas o no. Las primeras suelen ser manipulaciones más o menos burdas, pero las segundas, las segundas tienden a destrozar al que se las cree.
Una maldita mentira expresa un doble vínculo, expresa un dilema implicativo que nos atrevemos a resolver, pero ilusionamos al otro, u otra, creyendo que sí. Afirmamos convencidos que vamos a hacer algo que, o no queremos hacer o nos da miedo hacer, pero luego olvidamos o nos excudamos bajo cualquier pretexto... lo que comúnmente llamamos una excusa cutre.
Para que esto ocurra es necesario que la persona que mienta tengo una posición jerárquicamente superior sobre quien cree la mentira. Esto puede ser a nivel profesional, familiar o moral. Todos tenemos en nuestras vidas alguien respecto a quien nos sentimos, como mínimo, un poquito por debajo, aunque este posicionamiento sea sólo temporal o puntual.
También es necesario que la persona que cree la mentira confíe en el valor de la palabra, o en la capacida de sobreponerse al miedo del mentiroso, que crea que para quien miente, él o ella es más valioso que el miedo que el otro siente... Porque hay que tener mucho valor para dar el valor adecuado a quien decimos amar.
Supongo que por es este motivo que estas mentiras se dan, sobre todo, en pareja y dentro de las relaciones familiares.
Photo by Jametlene Reskp on Unsplash
domingo, 12 de mayo de 2019
Porque no te funciona el uso de Tinder (y otras)
- La emoción que mueve el mundo es el miedo.
- ¿Miedo a qué?
- Al dolor, al fracaso, a perder, a no ganar, a la incertidumbre, a la soledad, al propio miedo... Puedes escoger.
- ¿Y qué tiene eso que ver con Tinder?
- Mucho, creo yo. Lo importante no es la herramienta, es el uso que haces de ella. Y la actitud emocional que te mueve.
- Entonces, ¿no lo recomiendas?
- No me he explicado bien. Ni lo recomiendo ni lo rechazo. Depende de lo que quieras obtener del uso de esa herramienta. ¿conocer gente? Buena idea. ¿Conocer el amor de tu vida? Mala idea.
- ¿Por qué?
- Bueno, supongo que habrá alguna pareja que se haya conocido por estas aplicaciones y que tenga un funcionamiento sano, pero por lo que todo el mundo me comenta, no es lo habitual.
- ¿Por qué? ¿Qué explicación le das?
- Creo que en el fondo Tinder es un acelerador de procesos, y eso es así para lo bueno y para lo malo. Y lo malo, supongo que es muy evidente. Imagínate que yo te llevo a una tienda de alimentación y te digo que cada vez que entres puedes escoger un producto y llevártelo y probarlo. ¿Qué harás?
- Pues tomar un producto y llevármelo a casa... ¿Un producto cada vez?
- Correcto. El funcionamiento es claro, ¿no? Pero, imaginemos que el producto te ha gustado mucho... ¿Te conformarás con ese producto? ¿O querrás probar alguno más?
- ¡Hombre claro! No me conformaré con lo primero que pruebe, ¿no?
- Vale. Vuelves a ir a la tienda y escoges un producto diferente. Aunque te guste mucho este nuevo producto, ¿querrás volver?
- Imagino que sí. Cuanta más diversidad haya probado mejor escogeré al final, ¿no?
- Posiblemente. Pero, ¿dónde pondrías el límite? ¿Diez? ¿Veinte? ¿Cien?
- No lo sé...
- Y si alguno de esos productos que has escogido se encariña contigo, ¿qué le dices? " Ah, no, perdona, es que sí que me gustas, pero deseo seguir probando, no sea que haya algo que me guste más, algo mejor que tú.
- Ya... Pero eso siempre ha pasado. Yo tenía amigos que estaban en pareja y pensaban que podían estar perdiéndose algo mejor que lo que tenían.
- Sí. Es que Tinder no produce nada nuevo, sólo acelera e incrementa los procesos...
- Y al final, supongo que se puede caer en la trampa aquella del cuento que me explicaste de la novia perfecta, ¿verdad?
- Todo está inventado...
- Sólo han acelerado los procesos...
- E incrementado las posibilidades de frustración haciendo creer que aumenta las posibilidades de éxito...
- ¿Miedo a qué?
- Al dolor, al fracaso, a perder, a no ganar, a la incertidumbre, a la soledad, al propio miedo... Puedes escoger.
- ¿Y qué tiene eso que ver con Tinder?
- Mucho, creo yo. Lo importante no es la herramienta, es el uso que haces de ella. Y la actitud emocional que te mueve.
Photo by Pratik Gupta on Unsplash |
- Entonces, ¿no lo recomiendas?
- No me he explicado bien. Ni lo recomiendo ni lo rechazo. Depende de lo que quieras obtener del uso de esa herramienta. ¿conocer gente? Buena idea. ¿Conocer el amor de tu vida? Mala idea.
- ¿Por qué?
- Bueno, supongo que habrá alguna pareja que se haya conocido por estas aplicaciones y que tenga un funcionamiento sano, pero por lo que todo el mundo me comenta, no es lo habitual.
- ¿Por qué? ¿Qué explicación le das?
- Creo que en el fondo Tinder es un acelerador de procesos, y eso es así para lo bueno y para lo malo. Y lo malo, supongo que es muy evidente. Imagínate que yo te llevo a una tienda de alimentación y te digo que cada vez que entres puedes escoger un producto y llevártelo y probarlo. ¿Qué harás?
- Pues tomar un producto y llevármelo a casa... ¿Un producto cada vez?
- Correcto. El funcionamiento es claro, ¿no? Pero, imaginemos que el producto te ha gustado mucho... ¿Te conformarás con ese producto? ¿O querrás probar alguno más?
- ¡Hombre claro! No me conformaré con lo primero que pruebe, ¿no?
- Vale. Vuelves a ir a la tienda y escoges un producto diferente. Aunque te guste mucho este nuevo producto, ¿querrás volver?
- Imagino que sí. Cuanta más diversidad haya probado mejor escogeré al final, ¿no?
- Posiblemente. Pero, ¿dónde pondrías el límite? ¿Diez? ¿Veinte? ¿Cien?
- No lo sé...
- Y si alguno de esos productos que has escogido se encariña contigo, ¿qué le dices? " Ah, no, perdona, es que sí que me gustas, pero deseo seguir probando, no sea que haya algo que me guste más, algo mejor que tú.
- Ya... Pero eso siempre ha pasado. Yo tenía amigos que estaban en pareja y pensaban que podían estar perdiéndose algo mejor que lo que tenían.
- Sí. Es que Tinder no produce nada nuevo, sólo acelera e incrementa los procesos...
- Y al final, supongo que se puede caer en la trampa aquella del cuento que me explicaste de la novia perfecta, ¿verdad?
- Todo está inventado...
- Sólo han acelerado los procesos...
- E incrementado las posibilidades de frustración haciendo creer que aumenta las posibilidades de éxito...
Photo by Austin Distel on Unsplash |
sábado, 13 de octubre de 2018
La araña sanguijuela
- Creo que la mejor metáfora que se me ocurre para explicar tu situación es a través de la creación, imaginaria, de un animal nuevo mezclando las características de dos ya existentes.
- A ver...
- Una araña que se comporte como una sanguijuela.
- Joder. ¡Menudo bicho!
- Nos la podemos imaginar en su tela... nunca sale de allí. ¿para qué? Allí tiene todo lo que necesita: seguridad y alimento. Allí nunca pasa hambre porque a diferencia de las demás arañas ella no devora a sus víctimas; ella se limita a ir chupándoles la vida poco a poco, lo suficiente como para poder estar ella bien y sin llegar a matarlas. Total, las víctimas están atrapadas en su red.
- Ya veo.
- Respecto a las demás arañas, la del subtipo sanguijuela siempre tiene varias atrapadas y vegetando a la vez en su tela.
- ¿Varias?
- Por supuesto. Tener atrapadas a diferentes víctimas de las que ir alimentándose aumenta considerablemente las opciones de supervivencia, sobre todo con un estilo de vida tan poco activo y productivo como el suyo. Las arañas no hacen nada más que construir una trampa y vivir esperando a ver qué cae.
- Ya.
- Obviamente la araña que disfruta de una mejor calidad de vida es la que tiene varias víctimas atrapadas en su red al mismo tiempo. Esto le permite ir alimentándose sin agotar la vida de las mismas y le permite disfrutar de "diferentes sabores". La única preocupación que tiene es tener espacio en su tela para nuevas víctimas...
- ¿Nuevas víctimas?
- Claro. Eso le permite tener un margen de despensa y...
- ... y una nueva ilusión, ¿verdad?
- Verdad.
- Una de estas arañas no valora las víctimas que ya tiene atrapadas y de las que se ha alimentado, siempre está pensando en la próxima que llegará...
- ... o en la que está consiguiendo escapar.
- Como yo.
- Como tú.
- A ver...
- Una araña que se comporte como una sanguijuela.
By Robert Anasch (unsplash.com) |
- Nos la podemos imaginar en su tela... nunca sale de allí. ¿para qué? Allí tiene todo lo que necesita: seguridad y alimento. Allí nunca pasa hambre porque a diferencia de las demás arañas ella no devora a sus víctimas; ella se limita a ir chupándoles la vida poco a poco, lo suficiente como para poder estar ella bien y sin llegar a matarlas. Total, las víctimas están atrapadas en su red.
- Ya veo.
- Respecto a las demás arañas, la del subtipo sanguijuela siempre tiene varias atrapadas y vegetando a la vez en su tela.
- ¿Varias?
- Por supuesto. Tener atrapadas a diferentes víctimas de las que ir alimentándose aumenta considerablemente las opciones de supervivencia, sobre todo con un estilo de vida tan poco activo y productivo como el suyo. Las arañas no hacen nada más que construir una trampa y vivir esperando a ver qué cae.
- Ya.
- Obviamente la araña que disfruta de una mejor calidad de vida es la que tiene varias víctimas atrapadas en su red al mismo tiempo. Esto le permite ir alimentándose sin agotar la vida de las mismas y le permite disfrutar de "diferentes sabores". La única preocupación que tiene es tener espacio en su tela para nuevas víctimas...
- ¿Nuevas víctimas?
- Claro. Eso le permite tener un margen de despensa y...
- ... y una nueva ilusión, ¿verdad?
- Verdad.
- Una de estas arañas no valora las víctimas que ya tiene atrapadas y de las que se ha alimentado, siempre está pensando en la próxima que llegará...
- ... o en la que está consiguiendo escapar.
- Como yo.
- Como tú.
martes, 7 de agosto de 2018
Las normas del juego: Damas vs ajedrez
- Una relación se tiene que mover dentro de unos límites claros y definidos para que quienes participan de ella puedan sentirse seguros. Para ello es necesario que las reglas sean claras, definidas y compartidas por ambas partes.
- ¿Crees que en nuestra relación no ha sido así?
- Si fuese así, ¿qué haces aquí? ¿Cómo puedes explicar tu sufrimiento en esta relación? ¿Por qué vives angustiada? ¿Por qué dices que no entiendes qué falla?
- Es que yo hago todo lo que puedo y nunca es suficiente. ¿Por qué?
- Seguramente porque las reglas de la relación no son compartidas. Cada uno de vosotros está en esta relación siguiendo unas reglas diferentes. Es como si... Imaginate que los dos estáis jugando en el mismo tablero. Es un tablero de casillas blancas y negras, ¿te suena?
- ¿Un tablero de ajedrez?
- Y de damas. Y eso es lo que pasa, cada uno está jugando a un juego diferente y según unas reglas diferentes.
- ¿Quieres decir que es como si él jugase a damas y yo a ajedrez?
- Más bien había pensado al revés, que tú juegas a damas y él a ajedrez. Tus movimientos son más directos, claros y sencillos porque así es como has aprendido a lo largo de tu experiencia a vivir las relaciones de pareja. En cambio él realiza unos movimientos complicadisimos y muy variados.
- ¿Y qué problema hay? No todos tenemos que ser iguales, ¿no?
- No, pero tampoco tenemos que ser tramposos. Ser diferentes y jugar diferente no es lo mismo que manipular. Si un miembro de la pareja afirma que los dos juegan a lo mismo cuando en realidad no lo hacen, o afirma que sus normas son mejores que las del otro pero se niega a explicárselas...
- ¿No es mi responsabilidad aprender?
- Ahí está la trampa. Cuando tú te esfuerzas en aprender cómo son las reglas del juego sin que te las expliquen y siendo continúamente cambiadas te acabas comportando como un ludópata ante una máquina tragaperras...
- Ya veo...
- Dedica demasiado tiempo de tu vida a querer aprender a hacer las cosas en un entorno caótico y los premios no compensan el esfuerzo.
- ¿Y cuál sería la solución?
- Que él aprenda a jugar a damas. O que se arregle la cabeza, si es que puede...
- ¿Y si no puede?
- Eso ya lo sabes. Lo temes, pero lo sabes.
- ¿Crees que en nuestra relación no ha sido así?
- Si fuese así, ¿qué haces aquí? ¿Cómo puedes explicar tu sufrimiento en esta relación? ¿Por qué vives angustiada? ¿Por qué dices que no entiendes qué falla?
- Es que yo hago todo lo que puedo y nunca es suficiente. ¿Por qué?
- Seguramente porque las reglas de la relación no son compartidas. Cada uno de vosotros está en esta relación siguiendo unas reglas diferentes. Es como si... Imaginate que los dos estáis jugando en el mismo tablero. Es un tablero de casillas blancas y negras, ¿te suena?
- ¿Un tablero de ajedrez?
- Y de damas. Y eso es lo que pasa, cada uno está jugando a un juego diferente y según unas reglas diferentes.
- ¿Quieres decir que es como si él jugase a damas y yo a ajedrez?
- Más bien había pensado al revés, que tú juegas a damas y él a ajedrez. Tus movimientos son más directos, claros y sencillos porque así es como has aprendido a lo largo de tu experiencia a vivir las relaciones de pareja. En cambio él realiza unos movimientos complicadisimos y muy variados.
- ¿Y qué problema hay? No todos tenemos que ser iguales, ¿no?
- No, pero tampoco tenemos que ser tramposos. Ser diferentes y jugar diferente no es lo mismo que manipular. Si un miembro de la pareja afirma que los dos juegan a lo mismo cuando en realidad no lo hacen, o afirma que sus normas son mejores que las del otro pero se niega a explicárselas...
- ¿No es mi responsabilidad aprender?
- Ahí está la trampa. Cuando tú te esfuerzas en aprender cómo son las reglas del juego sin que te las expliquen y siendo continúamente cambiadas te acabas comportando como un ludópata ante una máquina tragaperras...
- Ya veo...
- Dedica demasiado tiempo de tu vida a querer aprender a hacer las cosas en un entorno caótico y los premios no compensan el esfuerzo.
- ¿Y cuál sería la solución?
- Que él aprenda a jugar a damas. O que se arregle la cabeza, si es que puede...
- ¿Y si no puede?
- Eso ya lo sabes. Lo temes, pero lo sabes.
martes, 24 de julio de 2018
La Señora Rabia y el Señor Miedo
- Una buena forma de entender la complementariedad es un baile en el que los movimientos de los bailarines condicionan los movimientos del otro en un ciclo interminable y cada vez más reducido.
- ¿Más reducido?
- Cada uno hace lo que puede dentro de las posibilidades que le permite los movimientos del otro, de forma que cada vez el abanico de libertad es cada vez menor si se quiere seguir bailando.
- ¿Por qué?
- Las buenas parejas de baile son aquellas que han practicado mucho juntas y se conocen muy bien pudiendo conocerse y anticiparse, permitiendo pequeñas oportunidades de cambio... Y las parejas supongo que funcionan igual.
- Entonces en mi caso... ¿Mi miedo condiciona su miedo?
- Y tanto.
- ¿Cómo puede mi inseguridad afectarla tanto que se enfade?
- Tal vez no sea así. Tal vez sea que ella se siente más cómoda expresando rabia y tú no puedes apreciar qué emoción está sintiendo realmente.
- ¿Le ocurriría lo mismo que a mi?
- Es una opción explicativa. Tú tiendes a expresar miedo ante cualquier emoción que puedas sentir. Ella no ve tu rabia, tu tristeza, tu vergüenza o tu culpa.
- Pero antes no le molestaba ni a mi me parecía ella una persona rabiosa.
- Cuando empezásteis a bailar vuestro abanico de posibilidades debía ser mucho más amplio. El paso de los años ha hecho que se haya reducido drásticamente y que ahora cada vez expreséis menos y provoquéis más.
- Si yo expresara menos miedo ella no expresaría tanta rabia y al revés, ¿no es así?
- Sí.
- ¿Y quién debería ser el primero?
- ¿Importa?
- Claro que sí. Quien hag el primer movimiento será quien demuestre que tiene menos orgullo o que le importa más la relación, ¿no te parece?
- No. De poco importa quien inicia un cambio si nadie le sigue, ¿no te parece?
- Ya veo.
- Ahora bien, podéis seguir así infinitamente, esperando que sea el otro es que de su brazo a torcer o quien se lleve el mérito del cambio. Mientras tanto, seguid sufriendo...
- ¿Más reducido?
- Cada uno hace lo que puede dentro de las posibilidades que le permite los movimientos del otro, de forma que cada vez el abanico de libertad es cada vez menor si se quiere seguir bailando.
- ¿Por qué?
- Las buenas parejas de baile son aquellas que han practicado mucho juntas y se conocen muy bien pudiendo conocerse y anticiparse, permitiendo pequeñas oportunidades de cambio... Y las parejas supongo que funcionan igual.
- Entonces en mi caso... ¿Mi miedo condiciona su miedo?
- Y tanto.
- ¿Cómo puede mi inseguridad afectarla tanto que se enfade?
- Tal vez no sea así. Tal vez sea que ella se siente más cómoda expresando rabia y tú no puedes apreciar qué emoción está sintiendo realmente.
- ¿Le ocurriría lo mismo que a mi?
- Es una opción explicativa. Tú tiendes a expresar miedo ante cualquier emoción que puedas sentir. Ella no ve tu rabia, tu tristeza, tu vergüenza o tu culpa.
- Pero antes no le molestaba ni a mi me parecía ella una persona rabiosa.
- Cuando empezásteis a bailar vuestro abanico de posibilidades debía ser mucho más amplio. El paso de los años ha hecho que se haya reducido drásticamente y que ahora cada vez expreséis menos y provoquéis más.
- Si yo expresara menos miedo ella no expresaría tanta rabia y al revés, ¿no es así?
- Sí.
- ¿Y quién debería ser el primero?
- ¿Importa?
- Claro que sí. Quien hag el primer movimiento será quien demuestre que tiene menos orgullo o que le importa más la relación, ¿no te parece?
- No. De poco importa quien inicia un cambio si nadie le sigue, ¿no te parece?
- Ya veo.
- Ahora bien, podéis seguir así infinitamente, esperando que sea el otro es que de su brazo a torcer o quien se lleve el mérito del cambio. Mientras tanto, seguid sufriendo...
lunes, 18 de junio de 2018
Ghosting
- ¿Qué es eso?
- Ghosting. Hacerse el fantasma.
- Ah. ¿No hay una palabra más adecuada?
- Supongo. ya sabes cómo van las cosas. Ahora se le llama así.
- ¿Y consiste en...?
- Yo conozco a un chico y comenzamos a quedar, ¿vale? Todo parece ir bien y de repente uno de los dos desaparece, se hace el fantasma.
- ¿Desaparece?
- Bueno, no desaparece, simplemente no se comunica con la otra persona.
- ¿Y eso te ha pasado?
- No... Alguna vez lo he hecho.
- ¿Y para qué?
- Bueno... en mi caso es que me daba palo enfrentarme a ella.
- ¿Te daba palo?
- Sí. Es que a mi no me gustaba tanto como parecía gustarle yo a ella.
- Suele ocurrir.
- ¿Verdad que sí? Pues eso, haciendo ghosting te ahorras un montón de dramas.
- Bueno, puede parecer que sí, pero me da que lo que en realidad estás haciendo es rehipotecando el dolor para transformarlo en sufrimiento más adelante.
- ¿Rehipotecando? ¿Por qué dices eso?
- Se me ocurren diferentes aproximaciones para contestarte. La primera es que estás confundiendo actitud con emoción. La segunda es que no pareces saber diferenciar entre dolor y sufrimento. La tercera es que te escudas detrás de palabras raras en otro idioma para evitar etiquetarte con palabras en castellano que te resultarían demasiado dolorosas o vergonzantes.
- Joder. Cualquiera que te escuche pensará que es grave lo que he hecho, como si le hubiese hecho daño a esa pobre chica.
- Bueno, esa chica, diría que es muy afortunada, pero eso es otro tema.
- ¿Afortunada?
- Claro que sí. Supongo que al principio debió sentirse confundida y hasta impotente, pero ahora debe estar aliviada y satisfecha.
- No entiendo nada...
- Veamos pues: Como te he comentado, el problema es que estás confundiendo la pereza con el miedo. La emoción es miedo, y por ello has evitado a esa chica, ¿verdad?
- Miedoooo, hombre, no sé, me parece mucho.
- El miedo lleva a conductas de evitación. La pereza es la excusa en la que te escondes para evitar el conflicto que temes.
- Sí, dicho así...
- Segundo, confundes el dolor, que te puede enseñar cosas y sobre todo te puede ayudar a responsabilizarte de tus decisiones y tus actos con el sufrimiento. Si fuese lo bastante valiente para enfrentarte a la situación de exponerle a esa chica lo que sientes, aprenderías y no te verías condenado a repetir esta historia en el futuro. Por cierto, el sufrimiento es repetir algo sin aprender nada hasta que se te olvida qué lo desencadenó inicialmente, ¿recuerdas?
- Ya... ¿Y por qué crees que ella sería afortunada?
- Porque aunque en un primer momento le duela lo ocurrido, se va a ahorrar mucho dolor en el futuro. De toda esta historia puede aprender mucho.
- ¿Ves? No todo es malo en actuar así.
- Ella se ha evitado una decepción mayor si la relación hubiese seguido contigo. No me mires con esa cara... Si estás en una relación con alguien tan cobarde que no tiene el valor de tratarte como alguien mínimamente valiosa, tarde o temprano te decepcionará. Y cuanto más tarde, peor, créeme.
- ¿Cobarde?
- Sí, cobarde. Creo que esa es la palabra que la RAE sugeriría en castellano para esa forma de proceder que me has explicado. Sé que no suena tan bien como ghosting. Si quieres, podemos proponer cobarding.
- Ghosting. Hacerse el fantasma.
- Ah. ¿No hay una palabra más adecuada?
- Supongo. ya sabes cómo van las cosas. Ahora se le llama así.
- ¿Y consiste en...?
- Yo conozco a un chico y comenzamos a quedar, ¿vale? Todo parece ir bien y de repente uno de los dos desaparece, se hace el fantasma.
- ¿Desaparece?
- Bueno, no desaparece, simplemente no se comunica con la otra persona.
lifehacker.com |
- ¿Y eso te ha pasado?
- No... Alguna vez lo he hecho.
- ¿Y para qué?
- Bueno... en mi caso es que me daba palo enfrentarme a ella.
- ¿Te daba palo?
- Sí. Es que a mi no me gustaba tanto como parecía gustarle yo a ella.
- Suele ocurrir.
- ¿Verdad que sí? Pues eso, haciendo ghosting te ahorras un montón de dramas.
- Bueno, puede parecer que sí, pero me da que lo que en realidad estás haciendo es rehipotecando el dolor para transformarlo en sufrimiento más adelante.
- ¿Rehipotecando? ¿Por qué dices eso?
- Se me ocurren diferentes aproximaciones para contestarte. La primera es que estás confundiendo actitud con emoción. La segunda es que no pareces saber diferenciar entre dolor y sufrimento. La tercera es que te escudas detrás de palabras raras en otro idioma para evitar etiquetarte con palabras en castellano que te resultarían demasiado dolorosas o vergonzantes.
- Joder. Cualquiera que te escuche pensará que es grave lo que he hecho, como si le hubiese hecho daño a esa pobre chica.
- Bueno, esa chica, diría que es muy afortunada, pero eso es otro tema.
- ¿Afortunada?
- Claro que sí. Supongo que al principio debió sentirse confundida y hasta impotente, pero ahora debe estar aliviada y satisfecha.
- No entiendo nada...
- Veamos pues: Como te he comentado, el problema es que estás confundiendo la pereza con el miedo. La emoción es miedo, y por ello has evitado a esa chica, ¿verdad?
- Miedoooo, hombre, no sé, me parece mucho.
- El miedo lleva a conductas de evitación. La pereza es la excusa en la que te escondes para evitar el conflicto que temes.
- Sí, dicho así...
- Segundo, confundes el dolor, que te puede enseñar cosas y sobre todo te puede ayudar a responsabilizarte de tus decisiones y tus actos con el sufrimiento. Si fuese lo bastante valiente para enfrentarte a la situación de exponerle a esa chica lo que sientes, aprenderías y no te verías condenado a repetir esta historia en el futuro. Por cierto, el sufrimiento es repetir algo sin aprender nada hasta que se te olvida qué lo desencadenó inicialmente, ¿recuerdas?
- Ya... ¿Y por qué crees que ella sería afortunada?
- Porque aunque en un primer momento le duela lo ocurrido, se va a ahorrar mucho dolor en el futuro. De toda esta historia puede aprender mucho.
- ¿Ves? No todo es malo en actuar así.
- Ella se ha evitado una decepción mayor si la relación hubiese seguido contigo. No me mires con esa cara... Si estás en una relación con alguien tan cobarde que no tiene el valor de tratarte como alguien mínimamente valiosa, tarde o temprano te decepcionará. Y cuanto más tarde, peor, créeme.
- ¿Cobarde?
- Sí, cobarde. Creo que esa es la palabra que la RAE sugeriría en castellano para esa forma de proceder que me has explicado. Sé que no suena tan bien como ghosting. Si quieres, podemos proponer cobarding.
lunes, 7 de mayo de 2018
La decadencia hacia la dependencia
Al entorno sufriente de Lucía les gusta recordarla tal y como era antes, hace ya varios años, cuando se mostraba como una mujer activa, apasionada, extrovertida, llena de vida... No se cansan de repetir que era una persona libre, sin miedos, alegre e ilusionante.
¿Qué pasó para que alguien que irradiaba tanta luz se haya convertido en lo que muestra ser hoy?
La teoría psicoterapéutica afirma que lo más probable es que Lucía pasase a centrar toda su atención y recursos en una única ilusión, de entre todas las que tenía. Y esto es confirmado por el entorno sufriente de Lucía de manera unánime, y todos culpan a Pedro.
Pedro no es percibido como alguien potencialmente dañino, al menos no al principio, ya que ella sólo se le dio el mismo trato que a los demás ligues anteriores. Al comienzo sólo era uno más. Tal vez uno un poco más enamorado que los anteriores, un poco más dependiente.
"Al principio te entraba muy fácil por los ojos, tan atento, tan correcto, tan implicado... Pero poco a poco nos acabamos dando cuenta de que había un fondo muy negro bajo esa reluciente superficie" "Al principio no lo parecía, pero te acabas por dar cuenta que se trata de alguien muy inseguro, que se esfuerza en aparentar que no lo es" "Es un psicópata" "Es un maltratador" "Es una sanguijuela" Las reacciones de las amistades de Lucía son contundentes, y aquí sólo citamos las menos ofensivas.
¿Cómo se hace? ¿Cómo se consigue un grado de sumisión tan alto de alguien tan (aparentemente) independiente?
Lo primero es conseguir llamar la atención de la persona deseada y entrar en su circulo habitual centrando su atención en aquellos aspectos más brillantes de los que, el conquistador" se siente más orgulloso, para resultar atrayente. Pero esto no es suficiente, además, hay que agasajar a la persona deseada de manera continuada con recursos y atención, casi hasta la saturación. Sin pedir nada a cambio. Hacer creer que tu intención es altruista, porque eres así.
Luego cuando la relación comienza a estar consolidada, hay que atacar a la culpa. ¿Cómo? Buscando cualquier pequeña excusa para señalar una ofensa y aprovechar para señalar tooooodas las cosas buenas que hacemos por la persona amada y lo poco reconocida dos que nos sentimos.
Este es el momento crítico. Si no conseguimos que la persona caiga en la culpa, nada valdrá todo el trabajo previo realizado. Conviene hacer hincapié en lo frustrados, poco reconocidos, rechazados, no correspondidos que nos sentimos. ¡Con todo lo que hemos hecho!
Lo más normal es que haya una demanda de perdón, y se debe conceder. Es más, hay que subir la apuesta. Hemos de pedir perdón nosotros por ser como somos: "Yo ya sé que no debo ser así, tan entregado, tan preocupado, tan fácil... Porque después todo el mundo te decepciona, te falla, y te sientes así. Pero eso ya lo sé..." Esto se llama acentuación de la culpa de forma pasiva, porque centramos la atención de la persona culpable en todo aquello que nosotros somos y hemos hecho por ella.
A partir de este punto sólo se trata de repetir el ciclo buscando que cada vez sea más corto. Esto facilitará que tengamos que sacrificarnos cada vez menos porque la confusión de la persona amada hará que no sé de cuenta de ello, solo verá los fallos que ella comete.
Así fue como Lucía perdió la luz, Pedro se mostró más rígido, más pétreo y los amigos de Lucía pasaron a vivir entre la frustración y la impotencia. Todos los intentos de hacerle ver que no tenía porque vivir así no fueron escuchados por ella, que sólo tenía oídos para él, para descifrarle, para complacerle, para poder volver a tener el Pedro del comienzo...
En un bucle infinito
¿Qué pasó para que alguien que irradiaba tanta luz se haya convertido en lo que muestra ser hoy?
La teoría psicoterapéutica afirma que lo más probable es que Lucía pasase a centrar toda su atención y recursos en una única ilusión, de entre todas las que tenía. Y esto es confirmado por el entorno sufriente de Lucía de manera unánime, y todos culpan a Pedro.
Pedro no es percibido como alguien potencialmente dañino, al menos no al principio, ya que ella sólo se le dio el mismo trato que a los demás ligues anteriores. Al comienzo sólo era uno más. Tal vez uno un poco más enamorado que los anteriores, un poco más dependiente.
"Al principio te entraba muy fácil por los ojos, tan atento, tan correcto, tan implicado... Pero poco a poco nos acabamos dando cuenta de que había un fondo muy negro bajo esa reluciente superficie" "Al principio no lo parecía, pero te acabas por dar cuenta que se trata de alguien muy inseguro, que se esfuerza en aparentar que no lo es" "Es un psicópata" "Es un maltratador" "Es una sanguijuela" Las reacciones de las amistades de Lucía son contundentes, y aquí sólo citamos las menos ofensivas.
¿Cómo se hace? ¿Cómo se consigue un grado de sumisión tan alto de alguien tan (aparentemente) independiente?
Lo primero es conseguir llamar la atención de la persona deseada y entrar en su circulo habitual centrando su atención en aquellos aspectos más brillantes de los que, el conquistador" se siente más orgulloso, para resultar atrayente. Pero esto no es suficiente, además, hay que agasajar a la persona deseada de manera continuada con recursos y atención, casi hasta la saturación. Sin pedir nada a cambio. Hacer creer que tu intención es altruista, porque eres así.
Luego cuando la relación comienza a estar consolidada, hay que atacar a la culpa. ¿Cómo? Buscando cualquier pequeña excusa para señalar una ofensa y aprovechar para señalar tooooodas las cosas buenas que hacemos por la persona amada y lo poco reconocida dos que nos sentimos.
Este es el momento crítico. Si no conseguimos que la persona caiga en la culpa, nada valdrá todo el trabajo previo realizado. Conviene hacer hincapié en lo frustrados, poco reconocidos, rechazados, no correspondidos que nos sentimos. ¡Con todo lo que hemos hecho!
Lo más normal es que haya una demanda de perdón, y se debe conceder. Es más, hay que subir la apuesta. Hemos de pedir perdón nosotros por ser como somos: "Yo ya sé que no debo ser así, tan entregado, tan preocupado, tan fácil... Porque después todo el mundo te decepciona, te falla, y te sientes así. Pero eso ya lo sé..." Esto se llama acentuación de la culpa de forma pasiva, porque centramos la atención de la persona culpable en todo aquello que nosotros somos y hemos hecho por ella.
A partir de este punto sólo se trata de repetir el ciclo buscando que cada vez sea más corto. Esto facilitará que tengamos que sacrificarnos cada vez menos porque la confusión de la persona amada hará que no sé de cuenta de ello, solo verá los fallos que ella comete.
Así fue como Lucía perdió la luz, Pedro se mostró más rígido, más pétreo y los amigos de Lucía pasaron a vivir entre la frustración y la impotencia. Todos los intentos de hacerle ver que no tenía porque vivir así no fueron escuchados por ella, que sólo tenía oídos para él, para descifrarle, para complacerle, para poder volver a tener el Pedro del comienzo...
En un bucle infinito
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lunes, 12 de marzo de 2018
Enamorarse de la palanca
Por más deseo puntual que pueda proporcionar un objeto, no deberíamos perder de vista cual es su verdadera función, porque esto nos llevaría a malentendidos que generan mucho dolor, y a la larga, sufrimiento.
Tomemos por ejemplo lo que sucede con esa palanca que queremos utilizar para abrir una puerta que nos encontramos cerrada.
Es posible que el deseo de atravesar esa puerta nuble nuestro juicio y nos lleve a confundir la necesidad de usar una palanca con el deseo hacia ella misma. Necesitamos la palanca, pero no la deseamos en sí misma. Por este motivo, cuando nos aproximamos a la puerta, nuestra expresión es de felicidad, de ilusión, pero no es hacia la palanca que vamos a utilizar, no, la ilusión va dirigida a lo que vamos a conseguir usándola.
Es posible que el deseo de atravesar esa puerta nuble nuestro juicio y nos lleve a confundir la necesidad de usar una palanca con el deseo hacia ella misma. Necesitamos la palanca, pero no la deseamos en sí misma. Por este motivo, cuando nos aproximamos a la puerta, nuestra expresión es de felicidad, de ilusión, pero no es hacia la palanca que vamos a utilizar, no, la ilusión va dirigida a lo que vamos a conseguir usándola.
Imaginad la decepción de la palanca creyendo por un momento que estás ilusionado con ella, convencida de que la relación durará más allá del umbral crítico de esa puerta que va a abrir, o reventar. La palanca se imagina que siempre irá cogida de tu mano. Que la asirás con fuerza en agradecimiento a los servicios prestados, que descubrirás nuevas posibilidades y usos para ella, nuevas opciones que harán de vuestra vida juntos un paraíso infinito...
Pero cuando la puerta queda abierta y la persona se enfrenta a las posibilidades que se le brindan, el agradecimiento a la palanca pasa a un segundo plano.
¿Por qué? Porque para poder explorar la nueva realidad necesita tener las manos libres, y en ese caso, la palanca es un estorbo. Así que se la deposita en el suelo con cuidado, en el mejor de los casos, y se deja para futuras puertas, pasando de la necesidad de utilizarla a la ilusión ante lo que hay más allá de la puerta.
¿Por qué? Porque para poder explorar la nueva realidad necesita tener las manos libres, y en ese caso, la palanca es un estorbo. Así que se la deposita en el suelo con cuidado, en el mejor de los casos, y se deja para futuras puertas, pasando de la necesidad de utilizarla a la ilusión ante lo que hay más allá de la puerta.
miércoles, 19 de abril de 2017
¿Qué podemos aprender de la leyenda de Sant Jordi?
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- Siempre puedes no hacer nada...
- Eso ya me has quedado claro que es inviable. El cambio es inevitable, aunque yo no lo desee. Lo que yo puedo decidir es si me sumo al cambio o me quedo fuera.
- ¿Quedarse fuera es asumible?
- No. No me veo capaz de renunciar a nuestra relación.
- ¿Por qué?
- Es la mejor que he tenido. A todos los niveles, eso ya lo hemos hablado. La verdad es que no me lo perdonaría.
- Entiendo entonces que es una relación por la que vale la pena luchar...
- ¡Por supuesto!
- Claro... da igual lo difícil que resulta cualquier objetivo si realmente vale la pena, ¿no te parece?
- Supongo que sí. Pero la situación me atenaza.
- ¿Qué emoción es la que te está fastidiando?
- El miedo. Sin duda. Sé que he de enfrentarme para superarlo porque todas las ocasiones anteriores en las que me he limitado a ignorarlo no ha funcionado. Pero, como te he dicho, me bloquea.
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- En breve celebraremos la festividad de Sant Jordi, ¿qué has aprendido de esa leyenda? Porque parece que comparte los mismos tres elementos que tu tu historia...
- En mi realidad no veo ningún dragón.
- Digamos que el dragón es una licencia retórica para explicar de manera más atractiva una historia más sencilla. Quiero decir, si tuvieses que enfrentarte a un dragón, ¿qué sentirías?
- Miedo. ¿El dragón representa el miedo que sentimos al enfrentarnos a una crisis para conseguir aquello que deseamos?
- Por supuesto. Sant Jordi podría ser muy caballero, pero enfrentarte a un dragón que atemorizaba a toda la población de Montblanc debió de producirle miedo, a menos que fuese un temerario, pero eso ya es otra historia.
- No lo había visto así. El dragón es el miedo que sentimos. Si vencemos el miedo conseguimos lo que deseamos, o sea la princesa. Es una visión muy medieval, pero la pillo.
- Supongo que las representaciones del miedo han ido cambiando con el paso de los años, pero la forma en como nos afecta y la forma de superarlo es siempre la misma, ¿no te parece?
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lunes, 16 de enero de 2017
Parejas epilepticas
Hay relaciones que se basan en la estabilidad, la tranquilidad y la certeza. Quienes desean este tipo de relaciones anhelan poder mirar su futuro con la tranquilidad de saber que cuentan con alguien a su lado. Que ese alguien les quiera, les respete, les valore y otras muchas características de las relaciones sanas, es ya harina de otro costal. El principal riesgo que afrontan estas relaciones es el aburrimiento.
En cambio hay relaciones que se basan en todo lo contrario, en la crisis, la imprevisibilidad, el cambio constante y la sorpresa. Quienes desean este tipo de relaciones anhelan estar con alguien que les brinde la sensación de libertad que provoca la incertidumbre de no saber qué es lo que está por pasar. Que ese alguien les quiera, les respete, les valore y otras muchas características de las relaciones sanas, es ya harina de otro costal. El principal riesgo que afrontan este tipo de relaciones es el caos, aparentemente.
¿Por qué digo aparentemente?
Porque el caos con el que se describe este tipo de relaciones nunca es tal. Entendemos como caos aquello que es azar puro, pero en las relaciones humanas el azar puro no existe porque intervienen las emociones, las actitudes y las intenciones, y eso no es caos, es simplemente que no hemos sido capaces de interpretar el patrón.
Las crisis en este tipo de parejas suelen seguir un patrón más o menos establecido, con una periodicidad que puede ser cambiante en función de determinadas circunstancias que pueden ser tanto externas como internas a la pareja, aunque las más frecuentes son éstas últimas.
Las circunstancias externas son más previsibles y analizables, y los miembros de la pareja las suelen ver con relativa facilidad. Las internas no. ¿Por qué? Por la fantasía de control. Tendemos a creer que controlamos o que podemos controlar, y eso nos hace esforzarnos más y ser más impacientes si cabe. Y eso, en lugar de controlar las crisis, suele agudizarlas.
Es como si la relación tuviese crisis epilépticas. Si creemos que podemos controlar estas crisis de manera rápida, con decisiones precipitadas, taxativas, sin tener en cuenta al otro y las circunstancias, sin respetar ritmos, o sin límites, lo que vamos a obtener es todo lo contrario: Más crisis, más frecuentes y de mayor intensidad.
Otra cosa es el placer, satisfacción o tranquilidad que producen las reconciliaciones, pero ojo, esto también se acorta...
En cambio hay relaciones que se basan en todo lo contrario, en la crisis, la imprevisibilidad, el cambio constante y la sorpresa. Quienes desean este tipo de relaciones anhelan estar con alguien que les brinde la sensación de libertad que provoca la incertidumbre de no saber qué es lo que está por pasar. Que ese alguien les quiera, les respete, les valore y otras muchas características de las relaciones sanas, es ya harina de otro costal. El principal riesgo que afrontan este tipo de relaciones es el caos, aparentemente.
¿Por qué digo aparentemente?
Porque el caos con el que se describe este tipo de relaciones nunca es tal. Entendemos como caos aquello que es azar puro, pero en las relaciones humanas el azar puro no existe porque intervienen las emociones, las actitudes y las intenciones, y eso no es caos, es simplemente que no hemos sido capaces de interpretar el patrón.
Las crisis en este tipo de parejas suelen seguir un patrón más o menos establecido, con una periodicidad que puede ser cambiante en función de determinadas circunstancias que pueden ser tanto externas como internas a la pareja, aunque las más frecuentes son éstas últimas.
Las circunstancias externas son más previsibles y analizables, y los miembros de la pareja las suelen ver con relativa facilidad. Las internas no. ¿Por qué? Por la fantasía de control. Tendemos a creer que controlamos o que podemos controlar, y eso nos hace esforzarnos más y ser más impacientes si cabe. Y eso, en lugar de controlar las crisis, suele agudizarlas.
Es como si la relación tuviese crisis epilépticas. Si creemos que podemos controlar estas crisis de manera rápida, con decisiones precipitadas, taxativas, sin tener en cuenta al otro y las circunstancias, sin respetar ritmos, o sin límites, lo que vamos a obtener es todo lo contrario: Más crisis, más frecuentes y de mayor intensidad.
Otra cosa es el placer, satisfacción o tranquilidad que producen las reconciliaciones, pero ojo, esto también se acorta...
martes, 27 de diciembre de 2016
¿Por qué dudo si volver con mi ex?
Cuando una pareja rompe su relación es, generalmente, después de haber pasado por un largo proceso de dolor emocional saturado de información negativa sobre su pasado, presente y nulo futuro. Es lo que llamamos crisis de pareja.
Hay parejas que lo llevan con algo de respeto y hay otras que no. De las primeras poco hablaré hoy, puesto que sus crisis pueden ser constructivas, y sus reconciliaciones también. Pero de las segundas podría hablar mucho, pero me centraré en las reconciliaciones que suelen ser dolorosas y condenadas al sufrimiento.
Pero, empecemos por el comienzo: La Crisis. Cuando vemos algunas de las crisis de pareja que se producen cuesta imaginar qué motivó que esas dos personas puedan estar juntas, cuesta creer que dos personas que sufren tanto juntas, cada uno a causa de la otra, en un comienzo se hiciesen sentir especiales. Lo increíble es que cuando les preguntas: "¿Qué te enamoró de tu pareja?" La mayoría no saben qué contestar.
Y no saben qué contestar porque el dolor de las crisis largas tapa todo, incluso los buenos recuerdos.
Pero, cuando la crisis se ha resuelto en forma de ruptura de la relación, se produce un alivio instantáneo, un descanso, una relajación que permiten que cada miembro de la pareja revise TODA la información de la relación, incluso aquella que es positiva y se echa de menos.
Aquí llegamos a un punto crucial: Todo el mundo debería pasar por esta fase, la del recuerdo de lo bueno vivido. Y debería pasar por esta fase con una sensación de cierta nostalgia. Digo esto porque hay quien pasa por esta fase y siente una ira vengativa que no le conduce a la resolución de nada positivo en su vida. Pero de estos hablaré en un futuro no muy lejano.
Quisiera destacar que recordar con nostalgia, con cariño y hasta con ilusión aquellos aspectos positivos que nos ilusionaban o nos hacían vivir bien la relación, es una señal de salud mental. Así de claro. Lo que no es una señal de salud mental es aspirar a revivirlos creyendo que ahora, con la relación rota y después de todo el sufrimiento acumulado, lo haremos mejor.
La verdad no nos hace libres, lo que nos hace libres es lo que seamos capaces de hacer con esa verdad. Y en una relación de pareja rota, las responsabilidades se reparten al 50%. SIEMPRE. Por tanto, aspirar a resolver una relación de pareja sin la implicación de la otra parte es un acto de temeridad.
Por tanto, respondiendo a la pregunta que titula este texto, dudas sobre si volver con tu ex porque eso es una señal de salud mental, porque eres capaz de recordar lo bueno que hubo en esa relación, porque eres capaz de conectar con tus ilusiones iniciales a pesar del dolor sufrido. Recuerda que hay relaciones que generan tanto dolor, y a la larga tanto sufrimiento, que ninguno de los miembros de la pareja recuerdan nada bueno del otro...
Dudas porque eres capaz de dudar, y por desgracia no todo el mundo lo es, y por eso no todo el mundo aprende de su pasado.
Dudar es una señal de salud mental, y de inteligencia emocional.
Dejarse llevar por las dudas puede ser una señal de estupidez. Y de placer por sufrir.
Hay parejas que lo llevan con algo de respeto y hay otras que no. De las primeras poco hablaré hoy, puesto que sus crisis pueden ser constructivas, y sus reconciliaciones también. Pero de las segundas podría hablar mucho, pero me centraré en las reconciliaciones que suelen ser dolorosas y condenadas al sufrimiento.
Pero, empecemos por el comienzo: La Crisis. Cuando vemos algunas de las crisis de pareja que se producen cuesta imaginar qué motivó que esas dos personas puedan estar juntas, cuesta creer que dos personas que sufren tanto juntas, cada uno a causa de la otra, en un comienzo se hiciesen sentir especiales. Lo increíble es que cuando les preguntas: "¿Qué te enamoró de tu pareja?" La mayoría no saben qué contestar.
Y no saben qué contestar porque el dolor de las crisis largas tapa todo, incluso los buenos recuerdos.
Aquí llegamos a un punto crucial: Todo el mundo debería pasar por esta fase, la del recuerdo de lo bueno vivido. Y debería pasar por esta fase con una sensación de cierta nostalgia. Digo esto porque hay quien pasa por esta fase y siente una ira vengativa que no le conduce a la resolución de nada positivo en su vida. Pero de estos hablaré en un futuro no muy lejano.
Quisiera destacar que recordar con nostalgia, con cariño y hasta con ilusión aquellos aspectos positivos que nos ilusionaban o nos hacían vivir bien la relación, es una señal de salud mental. Así de claro. Lo que no es una señal de salud mental es aspirar a revivirlos creyendo que ahora, con la relación rota y después de todo el sufrimiento acumulado, lo haremos mejor.
La verdad no nos hace libres, lo que nos hace libres es lo que seamos capaces de hacer con esa verdad. Y en una relación de pareja rota, las responsabilidades se reparten al 50%. SIEMPRE. Por tanto, aspirar a resolver una relación de pareja sin la implicación de la otra parte es un acto de temeridad.
Por tanto, respondiendo a la pregunta que titula este texto, dudas sobre si volver con tu ex porque eso es una señal de salud mental, porque eres capaz de recordar lo bueno que hubo en esa relación, porque eres capaz de conectar con tus ilusiones iniciales a pesar del dolor sufrido. Recuerda que hay relaciones que generan tanto dolor, y a la larga tanto sufrimiento, que ninguno de los miembros de la pareja recuerdan nada bueno del otro...
Dudas porque eres capaz de dudar, y por desgracia no todo el mundo lo es, y por eso no todo el mundo aprende de su pasado.
Dudar es una señal de salud mental, y de inteligencia emocional.
Dejarse llevar por las dudas puede ser una señal de estupidez. Y de placer por sufrir.
domingo, 20 de noviembre de 2016
¿Qué hacer si te bloquean en whatsapp?
Todo avance en la facilidad de comunicación produce algunos nuevos inconvenientes que debemos afrontar desde la ignorancia que nos provoca la novedad.
En el caso de whatsapp, como en el del correo electrónico, el movil, el sms, el messenger, y anteriormente los mensajes de humo, las cartas o las llamadas de teléfono fijo, ha provocado algunas crisis existenciales entre algunas personas en poco tiempo. Primero fue el doble check, el hecho de que nos constase que alguien había recibido el mensaje pero no contestaba. Una persona muy metida en esto me dijo que había que comparar la hora en que habías enviado el mensaje con la hora de la última conexión del interlocutor. "¡Qué pereza!" Pensé. Luego salió el doble check azul para que supiésemos que el interlocutor había leído el mensaje pero, o no lo podía contestar, o pasaba de hacerlo. Ya no he preguntado qué hace la gente, soy dela generación de los teléfonos fijos...
El caso es que últimamente me he encontrado en varias ocasiones con la consulta, o más bien queja, de que alguien le había bloqueado en whatsapp. Ya antes había escuchado quejas sobre esto en facebook, pero, o no le presté tanta atención, o no causó tanta repercusión social como el whatsapp.
Como he señalado anteriormente, soy de una generación anterior, ya casi tengo 45 años, y cuando era joven llamaba a un teléfono fijo, y no sabías quién lo iba a coger. ¿Mi chica? ¿¡Su madre!? ¿¡¡Su padre!!? y cabía la posibilidad de que llamases con toda tu ilusión y no estuviese y te quedases colgado... Supongo que por eso, cuando me consulta alguien con cierta carga de angustia por el hecho de ser bloqueado/a en la dichosa aplicación, me los miro con cierta condescendencia...
Porque vamos a ver. ¿Qué pasa si alguien te bloquea? ¿Qué no quiere saber nada de ti? Eso indica que tú eres más opcional para él o ella de lo que esa persona es para ti. ¿No te parece un desequilibrio muy injusto? Pues ya tienes suficiente respuesta.
Esto, claro, es relativamente fácilmente explicable en casos de personas que conoces desde hace relativamente poco tiempo. Pero, ¿y si me bloquea alguien que conozco hace más tiempo? ¿Una ex pareja, algún familiar, algún familiar de infancia?
En estos casos, después de haber investigado un poco y enterarme que si alguien te bloquea lo que ocurre es que no le llegan los mensajes que le envíes, y que nunca le llegarán, incluso si te desbloquea, lo que aconsejo es aprovechar para hacer un ejercicio terapeútico:
Envíale los mensajes que necesites. Dile lo que necesites decirle. En el tono, forma e intensidad que necesites. Si ha de ser un mensaje corto o ha de ser un mensaje enooooorme da igual. Lo importante, lo terapéutico y casi diría que lo sanador es enviar lo que necesitas decirle.
Es cierto que no lo va a recibir. Pero también es cierto que antes lo recibía y te ignoraba. Los mensajes que damos a quienes amamos o amábamos son un beneficio para nosotros, no para ellos...
En el caso de whatsapp, como en el del correo electrónico, el movil, el sms, el messenger, y anteriormente los mensajes de humo, las cartas o las llamadas de teléfono fijo, ha provocado algunas crisis existenciales entre algunas personas en poco tiempo. Primero fue el doble check, el hecho de que nos constase que alguien había recibido el mensaje pero no contestaba. Una persona muy metida en esto me dijo que había que comparar la hora en que habías enviado el mensaje con la hora de la última conexión del interlocutor. "¡Qué pereza!" Pensé. Luego salió el doble check azul para que supiésemos que el interlocutor había leído el mensaje pero, o no lo podía contestar, o pasaba de hacerlo. Ya no he preguntado qué hace la gente, soy dela generación de los teléfonos fijos...
El caso es que últimamente me he encontrado en varias ocasiones con la consulta, o más bien queja, de que alguien le había bloqueado en whatsapp. Ya antes había escuchado quejas sobre esto en facebook, pero, o no le presté tanta atención, o no causó tanta repercusión social como el whatsapp.
Como he señalado anteriormente, soy de una generación anterior, ya casi tengo 45 años, y cuando era joven llamaba a un teléfono fijo, y no sabías quién lo iba a coger. ¿Mi chica? ¿¡Su madre!? ¿¡¡Su padre!!? y cabía la posibilidad de que llamases con toda tu ilusión y no estuviese y te quedases colgado... Supongo que por eso, cuando me consulta alguien con cierta carga de angustia por el hecho de ser bloqueado/a en la dichosa aplicación, me los miro con cierta condescendencia...
Porque vamos a ver. ¿Qué pasa si alguien te bloquea? ¿Qué no quiere saber nada de ti? Eso indica que tú eres más opcional para él o ella de lo que esa persona es para ti. ¿No te parece un desequilibrio muy injusto? Pues ya tienes suficiente respuesta.
Esto, claro, es relativamente fácilmente explicable en casos de personas que conoces desde hace relativamente poco tiempo. Pero, ¿y si me bloquea alguien que conozco hace más tiempo? ¿Una ex pareja, algún familiar, algún familiar de infancia?
En estos casos, después de haber investigado un poco y enterarme que si alguien te bloquea lo que ocurre es que no le llegan los mensajes que le envíes, y que nunca le llegarán, incluso si te desbloquea, lo que aconsejo es aprovechar para hacer un ejercicio terapeútico:
Envíale los mensajes que necesites. Dile lo que necesites decirle. En el tono, forma e intensidad que necesites. Si ha de ser un mensaje corto o ha de ser un mensaje enooooorme da igual. Lo importante, lo terapéutico y casi diría que lo sanador es enviar lo que necesitas decirle.
Es cierto que no lo va a recibir. Pero también es cierto que antes lo recibía y te ignoraba. Los mensajes que damos a quienes amamos o amábamos son un beneficio para nosotros, no para ellos...
martes, 25 de octubre de 2016
¿Para qué es útil el antabús en el tratamiento de las adicciones?
- ¿Recuerdas el día que nos conocimos?
- Sí, y tanto, como si fuese el primer día... ¡Qué vergüenza!
- ¿Por qué?
- Por mi comportamiento... Estaba más perdido que un pulpo en un garaje. ¡Qué cambio! ¿Eh?
- Sí, la verdad es que visto desde fuera, y ahora que han pasado seis meses, se nota un cambio enorme. ¿Cuál crees que ha sido el cambio más significativo que has realizado desde entonces?
- Desde luego reconocer que tenía un problema. Mi pareja me ayudó mucho teniendo las cosas claras y poniéndome un ultimatum, pero si no lo hago yo, no lo hubiese hecho nadie. ¡Y el antabús, por supuesto!
- ¿Por qué el antabús?
- Me da mucha tranquilidad el hecho de tomármelo cada mañana... Es como si me olvidase del alcohol, como si lo borrase como posibilidad alguna. Sé que no tiene ningún efecto psicológico, pero a mi y a mi pareja nos ha ayudado mucho. Ella no tiene que andar pendiente de si he bebido o hay algún riesgo de que beba, y yo no tengo la opción de beber y eso me ha permitido explorar y afianzar otras opciones.
- Sí, creo que ese es el principal efecto... y eso que al principio te resististe a tomarlo.
- Al principio lo viví como una imposición, una sumisión, ¡y me costó! Pensaba diferente, muy diferente, supongo que debido al hecho de que llevaba poco sin beber, pero, ¡qué cambio! Es como si pudiese centrarme en lo que de verdad importa, en aquello que me renta...
- ¿Qué crees que habría pasado si hubieses seguido sin antabús?
- Creo que todo hubiese sido más difícil. Cuando dejé de beber tuve que esforzarme mucho para no beber, las ganas de beber eran constantes, en cualquier momento. Supongo que hubiese tenido que dedicar mucha energía a luchar contra las ganas de volver a beber, y esas energías no las hubiese dedicado a otras cosas más importantes.
- ¿Qué ha resultado más rentable que luchar contra las ganas de beber?
- Yo antes creía que dejar de beber era, con perdón de la expresión, una cosa de echarle cojones. Con eso se arreglaba todo. Ponerle ganas. Pero ahora me doy cuenta que eso no sirve, que no es suficiente para dejar esta adicción.
- ¿Qué es lo que hace falta?
- Trabajar en todo lo que quiero que llene mi vida: Mi pareja, mi familia, mi trabajo, mis amigos... ¡Lo que de verdad me llena! Todo esto me ilusiona, y cada vez que algo sale bien me da un chute de energía enorme, había días que sentía que subía de nivel, no sé si me explico...
- Sí, ¿cómo en los juegos arcade?
- ¡Exacto! Cuando en uno de aquellos juegos superabas un nivel, te centrabas en la ilusión del siguiente y dejabas atrás el anterior.
- ¿Sientes que has dejado muchas cosas atrás?
- Siento que hay muchas cosas que antes consideraba imprescindibles y que a día de hoy me parecen que no son ni significativas. Es increíble la de cosas que me hacían perder mi vida y no me daba cuenta...
lunes, 10 de octubre de 2016
Adicción a superar las recaídas
- Mi pareja no tiene el típico problema de drogas, él puede dejarlo cuando quiere y me lo ha demostrado varias veces.
- Oscar Wilde decía que dejar de fumar es fácil, que él lo había dejado cientos de veces...
- Claro - mientras ríe.
- ¿Dónde está la diferencia entre Oscar Wilde y tu pareja?
- En que en el caso de mi pareja lo digo en serio. Él puede dejar de consumir con relativa facilidad y estarse un tiempo sin tomar nada.
- Entonces, ¿qué necesitas?
- Pues eso, que no es un caso típico y quería saber tu opinión. Él consume muy de vez en cuando, pero entre esas tandas de consumo se puede pasar semanas enteras sin tomar nada.
- Cuando consume, ¿pierde el control?
- Siempre. Siempre que empieza a consumir la acaba liando. Yo ya sé cuando va a llegar la siguiente crisis.
- ¿Por qué? ¿Tienes poderes?
- No. Se lo noto. Empieza a estar más cerrado, como agobiado, inquieto... se nota que busca algo que no encuentra conmigo en el día a día...
- ¿Y?
- Entonces, un día no llega a su hora. Rompe su rutina, queda con alguien, le lían, como dice, y ya está... Ya sabes que desaparecerá unas horas, nunca sé cuántas, y luego me entero de la magnitud de la tragedia.
- ¿La magnitud de la tragedia?
- Sí. Cuánto se ha gastado está vez, con quién se ha acostado, si ha tenido accidentes de circulación... supongo que algún día me enteraré porque le pasará algo y me llamará la policía.
- Ya veo...
- ¿Tú crees que puede salir de esto? De la adicción, quiero decir...
- Por supuesto. No me parece que sea tan diferente como tú dices respecto al resto de casos de adicciones, cumple casi todos los criterios... Lo que parece que te confunde es el tema de los períodos sin consumir, pero eso no es tan raro. En el fondo lo que tu pareja busca es llenar su vida con algo y no lo consigue. El fracaso le lleva al consumo, que es algo que conoce, y que por tanto le da seguridad. ¿Tú consumes algo?
- No. Casi ni bebo alcohol. Mira, cuando no consume es una persona normal, un poco desnortada, pero una persona encantadora.
- Sí, me lo imagino. Supongo que debe ser una persona más encantadora cuando acaba de dejar de consumir.
- ¡Sí! Después de cada recaída es una persona con proyectos, con ilusiones, con ganas... Da gusto estar con alguien así.
- ¿Cuánto tiempo lleváis juntos?
- Más o menos cuatro años...
- ¿Cuántas recaídas ha tenido en este tiempo?
- Que yo sepa, unas diez o doce...
- ¿No te parece un patrón?
- Sí, claro.
- Parece que tu pareja no sólo es adicta a las drogas, también es adicta a dejarlas.
- ¿Cómo?
- Supongo que el refuerzo que le supone tu comprensión, y la del resto de su entorno, ese apoyo incondicional que brindáis a la pobre persona adicta que está luchando denodadamente le llena más que el consumo en sí mismo. Lo que ocurre, y creo que esto es lo importante, es que no sabe qué hacer para mantener ese apoyo incondicional que desparece pasadas unas semanas, y entonces vuelve a recaer. ¿Por qué? Porque ha descubierto que esa es la manera de obtener la atención y la seguridad que necesita.
-¿Seguridad?
- Claro, Cuando deja de consumir sabe qué es lo que ha de hacer, no. Pedir perdón, mostrar un arrepentimiento sincero, hacer propósito de cambio, diseñar planes, ejecutar pequeños cambios, etc...
- Sí, eso es lo que hace. ¿Qué es lo que tengo que hacer entonces?
Puedes ver más información sobre recaídas...
- Oscar Wilde decía que dejar de fumar es fácil, que él lo había dejado cientos de veces...
- Claro - mientras ríe.
- ¿Dónde está la diferencia entre Oscar Wilde y tu pareja?
- En que en el caso de mi pareja lo digo en serio. Él puede dejar de consumir con relativa facilidad y estarse un tiempo sin tomar nada.
- Entonces, ¿qué necesitas?
- Pues eso, que no es un caso típico y quería saber tu opinión. Él consume muy de vez en cuando, pero entre esas tandas de consumo se puede pasar semanas enteras sin tomar nada.
- Cuando consume, ¿pierde el control?
- Siempre. Siempre que empieza a consumir la acaba liando. Yo ya sé cuando va a llegar la siguiente crisis.
- ¿Por qué? ¿Tienes poderes?
- No. Se lo noto. Empieza a estar más cerrado, como agobiado, inquieto... se nota que busca algo que no encuentra conmigo en el día a día...
- ¿Y?
- Entonces, un día no llega a su hora. Rompe su rutina, queda con alguien, le lían, como dice, y ya está... Ya sabes que desaparecerá unas horas, nunca sé cuántas, y luego me entero de la magnitud de la tragedia.
- ¿La magnitud de la tragedia?
- Sí. Cuánto se ha gastado está vez, con quién se ha acostado, si ha tenido accidentes de circulación... supongo que algún día me enteraré porque le pasará algo y me llamará la policía.
- Ya veo...
- ¿Tú crees que puede salir de esto? De la adicción, quiero decir...
- Por supuesto. No me parece que sea tan diferente como tú dices respecto al resto de casos de adicciones, cumple casi todos los criterios... Lo que parece que te confunde es el tema de los períodos sin consumir, pero eso no es tan raro. En el fondo lo que tu pareja busca es llenar su vida con algo y no lo consigue. El fracaso le lleva al consumo, que es algo que conoce, y que por tanto le da seguridad. ¿Tú consumes algo?
- No. Casi ni bebo alcohol. Mira, cuando no consume es una persona normal, un poco desnortada, pero una persona encantadora.
- Sí, me lo imagino. Supongo que debe ser una persona más encantadora cuando acaba de dejar de consumir.
- ¡Sí! Después de cada recaída es una persona con proyectos, con ilusiones, con ganas... Da gusto estar con alguien así.
- ¿Cuánto tiempo lleváis juntos?
- Más o menos cuatro años...
- ¿Cuántas recaídas ha tenido en este tiempo?
- Que yo sepa, unas diez o doce...
- ¿No te parece un patrón?
- Sí, claro.
- Parece que tu pareja no sólo es adicta a las drogas, también es adicta a dejarlas.
- ¿Cómo?
- Supongo que el refuerzo que le supone tu comprensión, y la del resto de su entorno, ese apoyo incondicional que brindáis a la pobre persona adicta que está luchando denodadamente le llena más que el consumo en sí mismo. Lo que ocurre, y creo que esto es lo importante, es que no sabe qué hacer para mantener ese apoyo incondicional que desparece pasadas unas semanas, y entonces vuelve a recaer. ¿Por qué? Porque ha descubierto que esa es la manera de obtener la atención y la seguridad que necesita.
-¿Seguridad?
- Claro, Cuando deja de consumir sabe qué es lo que ha de hacer, no. Pedir perdón, mostrar un arrepentimiento sincero, hacer propósito de cambio, diseñar planes, ejecutar pequeños cambios, etc...
- Sí, eso es lo que hace. ¿Qué es lo que tengo que hacer entonces?
Puedes ver más información sobre recaídas...
lunes, 5 de septiembre de 2016
Parejas Complementarias (que no completas)
En el ideario de muchas personas existe el concepto de complementariedad como un elementos necesario y suficiente para asegurarse el éxito en una relación de pareja.
"Tú me complementas" es la frase que el personaje de Renee Zellweger le repite al de Tom Cruise como un mantra en la película Jerry Maguire. Se lo repite tanto que al final lo convence. Claro.
Lo divertido, aunque cruel, de la historia es que algunas personas confundieron complementar con completar, porque creen que una pareja que se complementa es una pareja completa. Y claro, van por la vida diciendo: "quiero alguien que me complemente".
Por lo tanto, tendríamos que puntualizar que complementar no significa que tu pareja esté ahí para lo que te haga falta o para donde tú no puedas/deseas/seas capaz de llegar. Eso es egoísmo. "Compleméntame que yo solo/a no puedo" "compleméntame para que esté completo/a".
Pero es que ni siquiera la complementariedad es algo deseable en sí mismo. La complementariedad en pareja debe darse desde el respeto y el reconocimiento del otro, porque la complementariedad sin respeto puede transformarse en un bucle infinito de malestar. Por ejemplo, la dominancia y la sumisión (cuando no son buscados), la dependencia y la codependencia, el narcisismo y la dependencia fóbica...
Porque no nos engañemos, hay parejas que se complementan perfectamente, haciéndose daño en un baile extenuante en el que nadie está invitado salvo como espectador. Y un buen espectador puede llegar a disfrutar del baile sufriente de una pareja complementaria mientras murmura para sí: "Míralos, ¡qué perfectos! Si es que se merecen el uno al otro"...
"Tú me complementas" es la frase que el personaje de Renee Zellweger le repite al de Tom Cruise como un mantra en la película Jerry Maguire. Se lo repite tanto que al final lo convence. Claro.
Lo divertido, aunque cruel, de la historia es que algunas personas confundieron complementar con completar, porque creen que una pareja que se complementa es una pareja completa. Y claro, van por la vida diciendo: "quiero alguien que me complemente".
Por lo tanto, tendríamos que puntualizar que complementar no significa que tu pareja esté ahí para lo que te haga falta o para donde tú no puedas/deseas/seas capaz de llegar. Eso es egoísmo. "Compleméntame que yo solo/a no puedo" "compleméntame para que esté completo/a".
Pero es que ni siquiera la complementariedad es algo deseable en sí mismo. La complementariedad en pareja debe darse desde el respeto y el reconocimiento del otro, porque la complementariedad sin respeto puede transformarse en un bucle infinito de malestar. Por ejemplo, la dominancia y la sumisión (cuando no son buscados), la dependencia y la codependencia, el narcisismo y la dependencia fóbica...
Porque no nos engañemos, hay parejas que se complementan perfectamente, haciéndose daño en un baile extenuante en el que nadie está invitado salvo como espectador. Y un buen espectador puede llegar a disfrutar del baile sufriente de una pareja complementaria mientras murmura para sí: "Míralos, ¡qué perfectos! Si es que se merecen el uno al otro"...
sábado, 25 de junio de 2016
Persona tóxica
El concepto de persona tóxica se debe a la tendencia de la psicología de vulgarizar aún más su terminología, haciéndola más entendible en principio, pero complicando las cosas mucho más.
Cuando se nos llena la boca diciendo que alguien es tóxico nos estamos olvidando que en castellano ya hay palabras que definen sobradamente bien lo que deseamos decir, en concreto: Mala Persona.
¿Qué es una mala persona? Una persona que actúa con maldad, y recordemos que la maldad es una opción, se elige, por lo que quien decide actuar con maldad no es más que una persona egoísta.
¿Qué diferencia hay entre decir persona egoísta (o mala) y persona tóxica? La responsabilidad de quien lo dice. Cuando decimos que alguien es tóxico estamos diciendo que es alguien contaminado que a su vez resulta contaminante. Esa característica nos excluye como parte de la solución y nos posiciona pasivamente: "No soy yo, es esa persona que es así. Si esa persona fuese de otra manera no habría problema. Yo sólo puedo quejarme". Que alguien sea tóxico no quiere decir que que nos tengamos que dejar intoxicar, que alguien sea un aprovechado no significa que nos tengamos que regalar.
Por tanto, la expresión persona tóxica, mala persona o egoísta sólo la hemos de utilizar una vez, y siempre en relación a la persona indicada: como regalo de despedida para hacerle pensar. Si su egoísmo se lo permite, claro está.
Cuando se nos llena la boca diciendo que alguien es tóxico nos estamos olvidando que en castellano ya hay palabras que definen sobradamente bien lo que deseamos decir, en concreto: Mala Persona.
¿Qué es una mala persona? Una persona que actúa con maldad, y recordemos que la maldad es una opción, se elige, por lo que quien decide actuar con maldad no es más que una persona egoísta.
¿Qué diferencia hay entre decir persona egoísta (o mala) y persona tóxica? La responsabilidad de quien lo dice. Cuando decimos que alguien es tóxico estamos diciendo que es alguien contaminado que a su vez resulta contaminante. Esa característica nos excluye como parte de la solución y nos posiciona pasivamente: "No soy yo, es esa persona que es así. Si esa persona fuese de otra manera no habría problema. Yo sólo puedo quejarme". Que alguien sea tóxico no quiere decir que que nos tengamos que dejar intoxicar, que alguien sea un aprovechado no significa que nos tengamos que regalar.
Por tanto, la expresión persona tóxica, mala persona o egoísta sólo la hemos de utilizar una vez, y siempre en relación a la persona indicada: como regalo de despedida para hacerle pensar. Si su egoísmo se lo permite, claro está.
martes, 21 de junio de 2016
¿Cómo conseguir una pelea?
Discutir puede ser un arte, pero pelear, pelear es la sublimación de ese arte. No es algo difícil pero no todo el mundo sabe conseguir que una conversación interesante acabe derivando en una apasionada pelea, que además puede servirnos para descargar la tensión acumalada. De manera que si deseas crecer en este arte, te puedo ofrecer tres opciones que te llevarán a una pelea segura en un lapso de tiempo no muy largo...
1.- Realizar afirmaciones. Cuando estás en una conversación que deseas que evolucione a pelea una de las primeras cosas que puedes hacer es afirmar constantemente. No se te ocurra hacer preguntas bajo ningún concepto. Las preguntas invitan a la reflexión, al análisis, a la introspección, pero las afirmaciones llevan a una progresiva incomodidad que poco a poco derivará a una actitud defensiva que provocará los primeros roces que andas buscando.
Riesgos de esta estrategia: Que tu interlocutor realmente crea que eres mejor que él y te acabe dando trato de gurú. No habrá pelea, pero tendrás alguien de quien aprovecharte...
2.- Discute sobre obviedades. En principio lo obvio debería ponernos a todos de acuerdo, porque lo obvio se rige por el sentido común. ¿Todavía no te has dado cuenta que cada uno tenemos nuestro propio sentido común que ne algún aspecto choca con el de los demás? Pues eso. Céntrate en lo obvio y poco a poco las pequeñas diferencias erosionarán la complacencia del otro y encontraréis un tema estúpido por el que pelear, y por el que no rendirse.
Riesgos de esta estrategia: Hay una serie de temas que son tan fáciles (por obvios) de provocar una pelea que conviene usar poco: Política, religión y fútbol. ¿Por qué? El uso abusivo de estos temas te puede etiquetar como intolerante a ojos de los demás, y eso hará que el fácil seas finalmente tú. Y el usado por la voluntad de los demás, también...
3.- Utiliza las cuatro palabras mágicas: NUNCA - SIEMPRE - TODO - NADA. Fíjate. Cuando alguien utiliza alguna de estas palabras contigo, inmediatamente se te ocurre una excepción de lo contrario y te entran ganas de demostrarle al otro lo equivocado que está. Por ejemplo:
- ¡Nunca haces la cama!
- La hice hace tres meses.
Forma parte de nuestra naturaleza. No lo podemos evitar. "¿Cómo que siempre lo haces tú todo? ¿y qué pasa de todo lo que hago yo?"... Y así hasta la descarga de frustración tan deseada.
Una variante soft de esta estrategia es la utilización de la proposición adversativa PERO. Utilizas, de entrada, una afirmación positiva sobre tu adversario y luego, después del PERO, descargas todas las opiniones negativas que tienes sobre él/ella. Por ejemplo: "Eres muy simpática pero ****** ****** ****** ******".
Riesgos de esta estrategia: Te pueden considerar un rígido totalitario si abusas de ella.
¿Qué es mejor? Combinar sabiamente las tres estrategias de manera sutil hasta que estalle el conflicto. Puedes ir pasando de una a otra de manera alternativa y hacer hincapié en una diferente en cada pelea que desees iniciar.
Algunas personas con escaso sentido común puede utilizar esta entrada y las sugerencias que en ella se explican para aprender a identificar las estrategias y diseñar a su vez respuestas que las neutralicen. Obviamente no puedo hacerme responsable de las consecuencias que se deriven de la utilización perversa de lo publicado anteriormente.
Disfrutad de vuestras peleas!!!
1.- Realizar afirmaciones. Cuando estás en una conversación que deseas que evolucione a pelea una de las primeras cosas que puedes hacer es afirmar constantemente. No se te ocurra hacer preguntas bajo ningún concepto. Las preguntas invitan a la reflexión, al análisis, a la introspección, pero las afirmaciones llevan a una progresiva incomodidad que poco a poco derivará a una actitud defensiva que provocará los primeros roces que andas buscando.
Riesgos de esta estrategia: Que tu interlocutor realmente crea que eres mejor que él y te acabe dando trato de gurú. No habrá pelea, pero tendrás alguien de quien aprovecharte...
2.- Discute sobre obviedades. En principio lo obvio debería ponernos a todos de acuerdo, porque lo obvio se rige por el sentido común. ¿Todavía no te has dado cuenta que cada uno tenemos nuestro propio sentido común que ne algún aspecto choca con el de los demás? Pues eso. Céntrate en lo obvio y poco a poco las pequeñas diferencias erosionarán la complacencia del otro y encontraréis un tema estúpido por el que pelear, y por el que no rendirse.
Riesgos de esta estrategia: Hay una serie de temas que son tan fáciles (por obvios) de provocar una pelea que conviene usar poco: Política, religión y fútbol. ¿Por qué? El uso abusivo de estos temas te puede etiquetar como intolerante a ojos de los demás, y eso hará que el fácil seas finalmente tú. Y el usado por la voluntad de los demás, también...
3.- Utiliza las cuatro palabras mágicas: NUNCA - SIEMPRE - TODO - NADA. Fíjate. Cuando alguien utiliza alguna de estas palabras contigo, inmediatamente se te ocurre una excepción de lo contrario y te entran ganas de demostrarle al otro lo equivocado que está. Por ejemplo:
- ¡Nunca haces la cama!
- La hice hace tres meses.
Forma parte de nuestra naturaleza. No lo podemos evitar. "¿Cómo que siempre lo haces tú todo? ¿y qué pasa de todo lo que hago yo?"... Y así hasta la descarga de frustración tan deseada.
Una variante soft de esta estrategia es la utilización de la proposición adversativa PERO. Utilizas, de entrada, una afirmación positiva sobre tu adversario y luego, después del PERO, descargas todas las opiniones negativas que tienes sobre él/ella. Por ejemplo: "Eres muy simpática pero ****** ****** ****** ******".
Riesgos de esta estrategia: Te pueden considerar un rígido totalitario si abusas de ella.
¿Qué es mejor? Combinar sabiamente las tres estrategias de manera sutil hasta que estalle el conflicto. Puedes ir pasando de una a otra de manera alternativa y hacer hincapié en una diferente en cada pelea que desees iniciar.
Algunas personas con escaso sentido común puede utilizar esta entrada y las sugerencias que en ella se explican para aprender a identificar las estrategias y diseñar a su vez respuestas que las neutralicen. Obviamente no puedo hacerme responsable de las consecuencias que se deriven de la utilización perversa de lo publicado anteriormente.
Disfrutad de vuestras peleas!!!
jueves, 16 de junio de 2016
El precio de la compensación
- Al final, como siempre, he conseguido salir del lío, con alguna magulladura, pero bien.
- ¿Magulladura? - pregunté sorprendido.
- Sí. Después de todo el drama que lié tenía que hacer algo para compensarle, ¿no te parece?
- No lo sé. - Conseguí que mi tono sonase sincero.
- ¡Hombre! Si le perjudiqué creo que debo compensar de alguna manera, ¿no?
- Depende. - Esta era la primera grieta en la que noté que podía introducir una cuña. - Por lo general debería ser suficiente con una disculpa... - y este es el golpe con el que afianzo la cuña.
- ¡Claro! Pero es que yo me he disculpado tantas veces - me dice riendo - que ya es insuficiente. Ahora tengo que hacer algo más.
- ¿Por qué? - Busco incomodarla.
- Porque si no no me perdonará.
- ¿Te interesa estar con alguien que no te perdone cuando te equivoques? -
- Si he de ser sincera, me ha perdonado muchas veces, tal vez demasiadas. No sé si yo soy digna de ser perdonada solamente.
- ¿Te interesa estar con alguien que te permite que repitas tus errores? - La cara que pone indica que esta pregunta si que la ha desconcertado. - Tal vez el hecho de que te perdone indefinidamente es lo que hace que no aprendas. Y como no aprendes... - unos segundos de silencio expectante - Vas subiendo la apuesta, tanto en drama como en compensación. Y puede ser que, al final, a él le salga a cuenta aguantar tus crisis porque le compensas de sobra...
- ¿Qué quieres decir?
- Tal vez el precio que pagas por obtener ese perdón es más caro que los beneficios que obtienes por poder pegarte una juerga de esas tuyas de alcohol y coca. ¿Te has parado a pensarlo?
- No sé... ¿Quieres decir? - Dice obviamente incómoda.
- No necesito saber cómo compensas a tu pareja, pero diría por la reacción que tienes que parece que pagas mucho más de lo que obtienes...
- ¿Y por qué crees que lo hago?
- Porque no quieres plantearte las cosas de otra manera.
- Eso suena a que soy tonta...
- Bueno, un poco sí. Pero no por tonta, si no por miedo a lo que no conoces. Prefieres perpetuar un bucle que no te compensa lo suficiente... Ya te he dicho antes, creo que quien sale beneficiado en esta historia es él. Creo que le sobrecompensas...
- Pero es que yo creo que le quiero.
- Seguro, pero ¿te gustaría quererle de otra manera? ¿sin sobrecompensaciones? ¿O es que sólo sabes relacionarte así?
- ¿Cómo?
- Desde el sacrificio.
- ¿Magulladura? - pregunté sorprendido.
- Sí. Después de todo el drama que lié tenía que hacer algo para compensarle, ¿no te parece?
- No lo sé. - Conseguí que mi tono sonase sincero.
- ¡Hombre! Si le perjudiqué creo que debo compensar de alguna manera, ¿no?
- Depende. - Esta era la primera grieta en la que noté que podía introducir una cuña. - Por lo general debería ser suficiente con una disculpa... - y este es el golpe con el que afianzo la cuña.
- ¡Claro! Pero es que yo me he disculpado tantas veces - me dice riendo - que ya es insuficiente. Ahora tengo que hacer algo más.
- ¿Por qué? - Busco incomodarla.
- Porque si no no me perdonará.
- ¿Te interesa estar con alguien que no te perdone cuando te equivoques? -
- Si he de ser sincera, me ha perdonado muchas veces, tal vez demasiadas. No sé si yo soy digna de ser perdonada solamente.
- ¿Te interesa estar con alguien que te permite que repitas tus errores? - La cara que pone indica que esta pregunta si que la ha desconcertado. - Tal vez el hecho de que te perdone indefinidamente es lo que hace que no aprendas. Y como no aprendes... - unos segundos de silencio expectante - Vas subiendo la apuesta, tanto en drama como en compensación. Y puede ser que, al final, a él le salga a cuenta aguantar tus crisis porque le compensas de sobra...
- ¿Qué quieres decir?
- Tal vez el precio que pagas por obtener ese perdón es más caro que los beneficios que obtienes por poder pegarte una juerga de esas tuyas de alcohol y coca. ¿Te has parado a pensarlo?
- No sé... ¿Quieres decir? - Dice obviamente incómoda.
- No necesito saber cómo compensas a tu pareja, pero diría por la reacción que tienes que parece que pagas mucho más de lo que obtienes...
- ¿Y por qué crees que lo hago?
- Porque no quieres plantearte las cosas de otra manera.
- Eso suena a que soy tonta...
- Bueno, un poco sí. Pero no por tonta, si no por miedo a lo que no conoces. Prefieres perpetuar un bucle que no te compensa lo suficiente... Ya te he dicho antes, creo que quien sale beneficiado en esta historia es él. Creo que le sobrecompensas...
- Pero es que yo creo que le quiero.
- Seguro, pero ¿te gustaría quererle de otra manera? ¿sin sobrecompensaciones? ¿O es que sólo sabes relacionarte así?
- ¿Cómo?
- Desde el sacrificio.
lunes, 13 de junio de 2016
¿Cómo se reparte la responsabilidad en pareja?
Según la RAE la responsabilidad es la "capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente".
Hemos de tener en cuenta que "un hecho realizado libremente" significa "una decisión tomada y ejecutada" de la cual siempre se derivan consecuencias, negativas y positivas. No conozco a nadie que tenga reparos en aceptar las consecuencias positivas que se desprenden de sus decisiones, pero cuando hablamos de consecuencias negativas las cosas cambian.
"Yo no he hecho nada" Esta es la frase estándar cuando hablamos de responsabilidad en pareja. "Es ella quien me ha sido infiel" o "Es él quien se pone hasta el culo de todo" son respuestas también frecuentes pero, ¿cómo podemos avanzar si no aceptamos la responsabilidad de nuestras decisiones?
"¿Cómo puedo aceptar una responsabilidad sobre algo que se escapa a mi control? ¡Es él/ella quien...!" Esta es la reacción, más o menos airada, cuando se señala que la responsabilidad de todo lo que ocurre en pareja es compartida al 50%. Pero es que es así, la responsabilidad se reparte al 50% siempre.
Cuando hacemos un análisis de la responsabilidad que tenemos sobre lo que ha ocurrido tendemos a cometer el error de analizar solamente uno de los dos tipos de responsabilidad. Analizamos básicamente la responsabilidad activa, analizamos sobre lo que hemos hecho, sobre lo que hemos ejecutado, pero no analizamos la responsabilidad pasiva, que hace referencia a aquello que yo he permitido que ocurra.
En una pareja uno hace porque puede, y puede porque el otro se lo permite. Hasta que deja de permitírselo... o no.
Hemos de tener en cuenta que "un hecho realizado libremente" significa "una decisión tomada y ejecutada" de la cual siempre se derivan consecuencias, negativas y positivas. No conozco a nadie que tenga reparos en aceptar las consecuencias positivas que se desprenden de sus decisiones, pero cuando hablamos de consecuencias negativas las cosas cambian.
"Yo no he hecho nada" Esta es la frase estándar cuando hablamos de responsabilidad en pareja. "Es ella quien me ha sido infiel" o "Es él quien se pone hasta el culo de todo" son respuestas también frecuentes pero, ¿cómo podemos avanzar si no aceptamos la responsabilidad de nuestras decisiones?
"¿Cómo puedo aceptar una responsabilidad sobre algo que se escapa a mi control? ¡Es él/ella quien...!" Esta es la reacción, más o menos airada, cuando se señala que la responsabilidad de todo lo que ocurre en pareja es compartida al 50%. Pero es que es así, la responsabilidad se reparte al 50% siempre.
Cuando hacemos un análisis de la responsabilidad que tenemos sobre lo que ha ocurrido tendemos a cometer el error de analizar solamente uno de los dos tipos de responsabilidad. Analizamos básicamente la responsabilidad activa, analizamos sobre lo que hemos hecho, sobre lo que hemos ejecutado, pero no analizamos la responsabilidad pasiva, que hace referencia a aquello que yo he permitido que ocurra.
En una pareja uno hace porque puede, y puede porque el otro se lo permite. Hasta que deja de permitírselo... o no.
jueves, 12 de mayo de 2016
5 derechos y un deber cuando finaliza una relación (de cualquier tipo)
Las relaciones nacen, crecen, se reproducen y mueren. Todos deseamos, al comienzo una, que la muerte de la misma sea por la muerte de los que forman esa relación, pero no siempre es así. Las relaciones pueden morir por el fracaso de sus participantes en conseguir ser un equipo en el que las energías fluyan con libertad. Cuando esto ocurre las emociones nos tienden a desbordar y nublar el entendimiento, con el riesgo de que olvidemos nuestros derechos:
- Tienes derecho a que te duela el fin de la relación y a llorar por ella. ¿Por qué? Por la energía, el tiempo, las ilusiones aportadas. Porque sí. Lo que no te da derecho es a sufrir. Recuerda que el sufrimiento es la incapacidad de aprender del dolor, y por tanto el sufrimiento tiende a perpetuarse.
- Tienes derecho a tener miedo a lo que esta por venir. Las relaciones nos proporcionan un marco de referencia para entender nuestro entorno y nuestra cotidianidad. El riesgo es que creamos que este marco de referencia es único y suficiente. Si ha sido una buena relación para ti es normal que la vayas a echar de menos, pero mirar hacia atrás con nostalgia nos impide fijarnos en lo que tenemos delante.
- Tienes derecho a responsabilizarte de lo ocurrido. Es más, diría que tienes el deber de responsabilizarte de tu 50% de responsabilidad sobre lo ocurrido, ya que así podrás aprender para no repetir de nuevo.
- Tienes derecho a refugiarte en tu zona de resignación victimista. Es ese sitio en el que nos refugiamos cada uno cada vez que nos sentimos victimas de lo injustas que son las circunstancias de nuestra vida. También tienes derecho a negarte a salir por más que los que te quieren bien se empeñen en sacarte. Obviamente tienes derecho a no desear entrar...
- Tienes derecho a necesitar ayuda para gestionar cómo te sientes. Aguantar más peso del necesario puede resultar un acto de temeridad que conlleva unos intereses demasiado elevados con el tiempo. Si la familia y las amistades no te alcanzan, puedes ir a un/a psicóloga/o
- Tienes el deber de luchar por tus derechos. La ruptura de una relación comporta un reparto de lo que la relación tenía en común, tanto material como "inmaterial". Dentro de este derecho entra el consultar con quien consideres necesario, incluidos profesionales del derecho familiar. Lo has de hacer por ti y por aquellos que dependen de ti.
Evidentemente tienes derecho a todo lo que se te ocurra siempre que no entre en colisión con los derechos de los demás, aunque sea una obviedad.
- Tienes derecho a que te duela el fin de la relación y a llorar por ella. ¿Por qué? Por la energía, el tiempo, las ilusiones aportadas. Porque sí. Lo que no te da derecho es a sufrir. Recuerda que el sufrimiento es la incapacidad de aprender del dolor, y por tanto el sufrimiento tiende a perpetuarse.
- Tienes derecho a tener miedo a lo que esta por venir. Las relaciones nos proporcionan un marco de referencia para entender nuestro entorno y nuestra cotidianidad. El riesgo es que creamos que este marco de referencia es único y suficiente. Si ha sido una buena relación para ti es normal que la vayas a echar de menos, pero mirar hacia atrás con nostalgia nos impide fijarnos en lo que tenemos delante.
- Tienes derecho a responsabilizarte de lo ocurrido. Es más, diría que tienes el deber de responsabilizarte de tu 50% de responsabilidad sobre lo ocurrido, ya que así podrás aprender para no repetir de nuevo.
- Tienes derecho a refugiarte en tu zona de resignación victimista. Es ese sitio en el que nos refugiamos cada uno cada vez que nos sentimos victimas de lo injustas que son las circunstancias de nuestra vida. También tienes derecho a negarte a salir por más que los que te quieren bien se empeñen en sacarte. Obviamente tienes derecho a no desear entrar...
- Tienes derecho a necesitar ayuda para gestionar cómo te sientes. Aguantar más peso del necesario puede resultar un acto de temeridad que conlleva unos intereses demasiado elevados con el tiempo. Si la familia y las amistades no te alcanzan, puedes ir a un/a psicóloga/o
- Tienes el deber de luchar por tus derechos. La ruptura de una relación comporta un reparto de lo que la relación tenía en común, tanto material como "inmaterial". Dentro de este derecho entra el consultar con quien consideres necesario, incluidos profesionales del derecho familiar. Lo has de hacer por ti y por aquellos que dependen de ti.
Evidentemente tienes derecho a todo lo que se te ocurra siempre que no entre en colisión con los derechos de los demás, aunque sea una obviedad.
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