"Es que es muy difícil" "No puedo" "Para ti debe ser fácil" "Tú no sabes lo que es estar en mi lugar y cómo se ven las cosas desde aquí" "¿Por qué tengo que cambiar yo siempre?" "No es justo" "No me da la gana de cambiar"... y así podría seguir escribiendo un buen rato hasta completar una retahíla de excusas para no realizar el cambio que uno necesita en la vida. Y digo excusas en todo su sentido, porque sólo sirven para sacarse de encima la acusación de inmovilidad, pero no aportan motivación alguna.
Ya en alguna ocasión hemos hablado del valor que hemos de tener para afrontar los cambios que necesitamos, y del valor que estos cambios tienen en sí mismos. Porque, cuando algo nos resulta valioso, hacemos lo que haga falta para conseguirlo.
Entonces, ¿por qué no lo hacemos? Porque no tiene valor, para el que necesita cambiar, obviamente.
Para muchas personas es más valido, y valioso, quedarse sufriendo sin aprender nada nuevo en una posición incómoda, que arriesgarse a realizar un cambio necesario en sus vidas. ¿Por qué?
Porque así no se exponen a las consecuencias. La queja les proporciona victimismo, les proporciona excusas, les proporciona quejas (in)justificadas.
¿No os parece eso algo muy valioso?