martes, 7 de agosto de 2018

Las normas del juego: Damas vs ajedrez

- Una relación se tiene que mover dentro de unos límites claros y definidos para que quienes participan de ella puedan sentirse seguros. Para ello es necesario que las reglas sean claras, definidas y compartidas por ambas partes.
- ¿Crees que en nuestra relación no ha sido así?
- Si fuese así, ¿qué haces aquí? ¿Cómo puedes explicar tu sufrimiento en esta relación? ¿Por qué vives angustiada? ¿Por qué dices que no entiendes qué falla?
- Es que yo hago todo lo que puedo y nunca es suficiente. ¿Por qué?
- Seguramente porque las reglas de la relación no son compartidas. Cada uno de vosotros está en esta relación siguiendo unas reglas diferentes. Es como si... Imaginate que los dos estáis jugando en el mismo tablero. Es un tablero de casillas blancas y negras, ¿te suena?
- ¿Un tablero de ajedrez?
- Y de damas. Y eso es lo que pasa, cada uno está jugando a un juego diferente y según unas reglas diferentes.
- ¿Quieres decir que es como si él jugase a damas y yo a ajedrez?
- Más bien había pensado al revés, que tú juegas a damas y él a ajedrez. Tus movimientos son más directos, claros y sencillos porque así es como has aprendido a lo largo de tu experiencia a vivir las relaciones de pareja. En cambio él realiza unos movimientos complicadisimos y muy variados.
- ¿Y qué problema hay? No todos tenemos que ser iguales, ¿no?
- No, pero tampoco tenemos que ser tramposos. Ser diferentes y jugar diferente no es lo mismo que manipular. Si un miembro de la pareja afirma que los dos juegan a lo mismo cuando en realidad no lo hacen, o afirma que sus normas son mejores que las del otro pero se niega a explicárselas...
- ¿No es mi responsabilidad aprender?
- Ahí está la trampa. Cuando tú te esfuerzas en aprender cómo son las reglas del juego sin que te las expliquen y siendo continúamente cambiadas te acabas comportando como un ludópata ante una máquina tragaperras...
- Ya veo...
- Dedica demasiado tiempo de tu vida a querer aprender a hacer las cosas en un entorno caótico y los premios no compensan el esfuerzo.
- ¿Y cuál sería la solución?
- Que él aprenda a jugar a damas. O que se arregle la cabeza, si es que puede...
- ¿Y si no puede?
- Eso ya lo sabes. Lo temes, pero lo sabes.