Esta es una historia triste, de aquellas que te dejan mal sabor de boca, como todas aquellas historias de dependencia emocional. Tal vez sea una de las historias que más me han fascinado, ya que la conocí antes de licenciarme y todavía sigue, aunque ahora ya me llegan pocas noticias.
Fran y Ana eran dos personas que de vez en cuando aparecían por el grupo de amigos con el que yo me movía. Aparentemente eran una pareja consolidada, iban a siempre juntos, sin darse muestras de afecto, pero nadie dudaba que era un ente indivisible.
Poco a poco íbamos viendo aspectos de la relación que no se correspondían con una pareja "estándar". Fran se había comprado un piso, para él sólo, y Ana seguía viviendo con sus padres. Ella iba mucho al piso de Fran, casi se podía decir que hacía vida en allí, pero de golpe la volvíamos a ver en casa de sus padres. A veces se mostraban más distantes, otras se mostraban más próximos.
Ana se fue abriendo al grupo y poco a poco nos fuimos enterando que no eran pareja pero que lo eran. Esto era así porque eran pareja cuando Fran quería, y cuando no, también. Por supuesto Ana quería siempre, pero respetaba estoicamente los vaivenes de Fran. Llevaban así varios años, ella dejó a su anterior pareja porque se enamoró de él. Ella basculaba entre la rabia y la duda, constantemente, a veces hablaba pestes de él, pero a los pocos minutos lo justificaba, y decía cosas como "si es que ya sé como es él", "no me prometió nada", "yo ya sé que no debería provocarlo", etc...
Durante un par de años la situación se mantuvo estable, ella siempre dispuesta y él ambivalente. Pero Ana se empezó a molestar y decidió subir la apuesta, y para ver si reaccionaba empezó a tontear con algunos del grupo, y él se mostraba indiferente o perdía los nervios. Estas últimas reacciones provocaban una reacción fulgurante de ella que volvía corriendo a sus brazos, para a los pocos días volver al punto inicial.
Un día, habíamos acabado una excursión y nos estábamos cambiando el calzado en la calle cuando Fran maniobrando con su coche no vio a Ana, yo la aparté a tiempo, y le hice un comentario en broma:
- Ten cuidado, parece que Fran te quiere muerta.
- Bueno, al menos me quiere de alguna manera.
Los que oímos su respuesta nos quedamos helados, no por el contenido verbal, sino por la expresión facial y el tono de resignación que acompañaba a sus palabras.
De esta anécdota hace diez años. Por amigos que siguen en contacto con ellos me he enterado que siguen igual, pero que ahora han aumentado la apuesta. Viven juntos, pero en un nuevo piso de Fran, que está únicamente a su nombre, y no le quiere vender la mitad a ella porque dice que eso sería atarse y no quiere, y ella lo acepta, supongo que se limita a "aceptar como es él"...