miércoles, 27 de enero de 2016

Whiplash: de la ilusión a la obsesión

No hay nada más peligroso que tener una ilusión, sobre todo cuando sólo se tiene una. ¿Por qué? Porque la ilusión nos ilumina y siempre querremos más, siempre querremos conservarla y disfrutar de descubrirla, de conquistarla poco a poco, de descubrir como la ilusión moldea y da sentido a nuestra vida.
El riesgo es apartar todo el resto de ilusiones, centrarnos sólo en una, dedicar toda nuestra atención y todos nuestros recursos a disfrutar de la luz cálida que nos proporciona. ¿Por qué es un riesgo si una ilusión nos proporciona placer? Porque una única ilusión se acaba transformando, más temprano que tarde, en una obsesión. Y las obsesiones no proporcionan luz, las obsesiones oscurecen nuestra vida y nos llevan al sufrimiento.
Llegados a este punto, una vez obsesionados tenemos dos posibilidades: buscar una adicción que compense la falta de luz y que a la larga acabe en dependencia (muchos sabéis a qué me refiero) o dejar la obsesión y buscar nuevas ilusiones. La segunda opción es la de los valientes, porque es la opción de explorar nuevas posibilidades, la opción de salir de la zona de confort que nos proporciona la obsesión (lo malo conocido). Lamentablemente los cobardes no piensan así.
Pongamos un ejemplo:



Andrew Neiman tiene una ilusión: tocar la batería. Por ello se apunta a la mejor escuela para aprender, y allí aspira a recibir clase y entrar en la orquesta del mejor profesor, Terence Fletcher. ¿lo conseguirá? ¿Seguirá disfrutando de la ilusión que le mueve? ¿Qué estará dispuesto Andrew a sacrificar por conseguir lo que se propone?

Es una excelente película para aquellos que disfrutan de la música, pero también para quienes quieran aprender sobre adicciones sin ver ni una sola droga.


Quien tiene una sola ilusión acaba descubriendo que es esclavo de ella.