jueves, 17 de mayo de 2018

Sobre el arte de escribir

Creo que tenemos tres formas de reflexionar que no son incompatibles entre sí: Pensar, hablar y escribir. De ellas, creo que escribir tiene un valor mayor que las otras dos por la influencia que tiene sobre ellas.

Obviamente me refiero a escribir a mano. No tengo nada contra escribir a ordenador y mucho menos contra escribir a máquina (¡cómo echo de menos el gesto de pasar de línea!) pero escribir a ordenador es menos natural porque se escribe más rápido que a mano y te permite retocar demasiado lo que escribes, eso no es natural...

Cuando nos enfrentamos con un bolígrafo (o pluma, o lápiz, o lo que desees) a una hoja en blanco, tenemos un universo de posibilidades para desarrollar un texto coherente, y eso nos lleva a algo que los psicólogos adoramos, nos lleva a tomar decisiones y asumir las consecuencias que de ellas se desprenden. No importa quien lo vaya a leer. Lo estamos leyendo nosotros mientras los reflexionamos al escribirlo. Y nosotros somos nuestros más crueles jueces.

El pensamiento no es coherente en sí mismo, en mi opinión es como un flujo de sensaciones que en algunos momentos podemos dirigir y hasta disfrutar, pero en la mayor parte de tiempo no podemos concretar. Escribir nos obliga a concretar, a cuestionarnos lo que pensamos. Por eso es tan difícil al comienzo. Cuando empezamos a escribir no nos gusta lo que escribimos. Deseamos que sea mejor, más interesante, más atractivo, pero no, es lo que es.

Somos lo que somos. Y si queremos ser algo diferente, algo mejor, tendremos que esforzarnos, practicar. Y eso no nos gusta. ¿Por qué? Porque lo hacemos todo el rato en infinidad de cosas de la vida en las que no nos apetece.

¡Qué curioso! Dedicamos nuestro esfuerzo y hasta nuestro sacrificio en cosas que no nos interesan o nos importan de forma que cuando debemos hacer algo que nos puede interesar, no tenemos fuerzas...

Pero volvamos a la escritura... Cuando cogemos el hábito de escribir y aprendemos a disfrutar de practicarlo, nos acabamos por dar cuenta que pensamos de una manera muy diferente a cuando empezamos a practicar. Somos más reflexivos, más tranquilos (y por tanto menos reactivos) y adquirimos la capacidad de adoptar diferentes  puntos de vista y ser más estratégicos en nuestra conducta. Nos ayuda a mejorar la calidad de nuestro sueño (otro día lo explico), nos ayuda a mejora nuestra memoria al anular efecto de primacía y recencia.

Aprendemos a preguntarnos más para qué y menos por qué, ya que el primero nos lleva a buscar motivaciones y el segundo a buscar justificaciones y excusas. Vamos, que nos vuelve más inteligentes y mejores personas.

Escribir es un proceso que nos ayuda a pensar mejor, nos ayuda a tomar mejores decisiones y por tanto, facilita que no tengamos que tomar medicación (para la ansiedad y la depresión) y nos mantiene alejados de los psicólogos...