No soy una de esas personas que le busca significado a todo, pero sí que me gusta jugar con el significado de los nombres, ya sea de una forma literal o metafórica, porque permite darle la vuelta a muchas situaciones y acontecimientos de una manera diferente, no tan (aparentemente) provocadora. Podría poner varios ejemplos, algunos muy divertidos, de otros no puedo hacer referencia por no violar el secreto profesional.
Uno de los ejemplos que más he utilizado, y este sí lo puedo explicar, es cambiar el nombre a la persona que acude a terapia.
Me explico. Acude una persona, generalmente mujer, que suele padecer crisis de ansiedad, y que cuando explica la situación crítica que le ha llevado a iniciar terapia, muestra un gran abanico de situaciones en las que invierte mucho esfuerzo para que funcionen: con la pareja, la familia, el trabajo, las amistades, etc. Lo más sorprendente de todo es que no consigue que nada vaya bien, y además, se siente (y le hacen sentir, continuamente) culpable por ello. Entonces les suelo proponer un cambio de nombre. El diálogo que suele suceder es parecido al siguiente:
- Creo que tus padres tenían pensado un nombre diferente para ti, pero en el último momento se decantaron por el que tienes. Evidentemente te han educado pensando en el otro.
- No sé a qué te refieres - con cara de sorpresa.
- Creo que tu forma de relacionarte con todo el mundo hace evidente que deberías llamarte de otra manera.
- No te acabo de entender, pero a mi, mi nombre me encanta.
- No digo que sea un mal nombre, ni feo, sólo digo que no te pega.
- ¿Y qué nombre crees que me pega?
- ¿De verdad no se te ocurre?
- No. La verdad es que no - generalmente con cara pensativa.
- Creo que tus padres te querían llamar Pilar. Visto desde fuera es el nombre que más se ajusta a tu manera de relacionarte. Fíjate allí donde vas, eres tú la encargada de soportar toda la situación. Todo el peso de la responsabilidad cae sobre ti. Me pregunto qué es lo que sucederá el día en que te rompas del todo, porque agrietada ya empiezas a estar...
Desde luego, si la persona se llama Pilar, es que el nombre está bien escogido.
Por cierto, son las personas del entorno inmediato quienes se empiezan a quejar de los cambios una vez iniciada la terapia. Supongo, que les resulta bastante insoportable el peso que empieza a repartirse cuando "la elegida" quiere dejar de ser "el Pilar".