domingo, 17 de febrero de 2008

Deliciosa Martha, muy deliciosa

La fusión del cine y la Cocina suele dar como resultado un excelente menú cinematográfico. Esto ocurre sobre todo cuando hace referencia a la la Cocina con mayúsculas, que es aquella que practican los que la viven, los que la quieren, y no necesariamente en un restaurante. Las mejores cocinas son las de casa, que es donde se prepara la vida.
Esta película se puede vivir de muchas maneras, pero sobre todo sobrecoge por su excelente elección de los ingredientes de actuación, todos frescos y naturales, sin ningún tipo de artificiosidad innecesaria ni ningún tipo de edulcorantes.
La trama no es original ni mucho menos, está muy trillada: una persona cree tener bajo total control su día a día; todo es previsible y aparentemente no tiene motivos para estar descontenta. Entonces ocurre un hecho inesperado, que como en este caso, suele ser un niño de quien tiene que hacerse cargo y que le pone su controlado mundo patas arriba, y le obliga a realizar pequeños cambios que acabarán por desencadenar una crisis, en la que como mandan los cánones aleccionadores, le llevará a escoger la oportunidad por encima del peligro.
Como en otras películas, lo que más me ha llamado la atención son los aspectos sutiles, las expresiones, las miradas, los gestos contenidos, pero sobre todo la frescura.
Me encanta que salga un terapeuta, y que este terapeuta no se entere de la misa la mitad, que no sea el motor de cambio, que sea anecdótico sin caer en la parodia.
Pero sobre todo me gusta el frescor, la sensación de que estás en la cocina de Martha, y que conoces a todos.


Hace unos días, alguien me dijo en terapia que había diseñado una estrategia de control, que podía conseguir controlar el amor, a su modo de parecer era perfecta, sin posibilidad de error. No pude evitar pensar que es una lástima que no le llegue una criatura por sorpresa y le gire el mundo.

Para los que no os guste la frescura del cine europeo, podéis optar por el remake americano, Sin Reservas, no puedo juzgar porque no la he visto, pero, nunca fui amante de los sucedáneos, ni en la cocina ni en ninguna otra área de la vida...