Hay gente que va dando tumbos por la vida. Si nos centramos en las relaciones de pareja, hay personas que tienen varias parejas disfuncionales, luchas por salvar esas relaciones, se sacrifican, sufren, abandonan y sufren más. Entonces se prometen que no caerán una vez más en esa trampa, pero les vuelve a ocurrir lo mismo.
- Lo que no es justo son los años que yo he estado preso en esta lámpara. Sí, es verdad que al principio juré conceder tres deseos a quien me liberase de mi prisión, pero pasaron mil años y nadie vino a salvarme. Me desanimé, perp juré conceder un deseo a mi libertador a partir de entonces, pero pasaron mil años más y nadie vino. Mi desánimo fue en aumento, de manera que decidí no recompensar a quien me liberase. Pero ni por esas, y mi desánimo y desesperazión se tornaron rabia, y juré que mataría al que me liberase por haber tardado más de tres mil años en liberarme, ¡alguien debía pagar por el sufrimiento que yo había padecido!
Pero hay un grupo que, después de diversos intentos dolorosos, encuentra una persona que se ajusta a aquello que siempre busco. Pero entonces empieza a hacer daño a la pareja, con comportamientos que ellos no reconocen como propios pero que no pueden evitar realizar. Esto les confunde y provoca más sufrimiento si cabe.
Ignacio Preciado fue mi supervisor durante años y referente a este tema me proporcionó un cuento que ha sido muy útil a un par de personas que acudieron a mi consulta con este problema.
Os lo explicaré en modo resumido, si queréis leer el original podéis hacerlo aquí.
Un pescador recogió las redes por última vez después de un infructuoso día de pesca. Entre las redes no había nada de pescado, sólo encontró resto de basura, y entre ellas una lámpara de aceite. Conocedor de las leyendas de estas lámparas decidió frotarla. Al principio no pasó nada, pero cuando frotó energicamente surgió de dentro de la lámpara un genio.
Este genio miró enfurecido al pescador y le dijo que en recompensapor haberlo liberado le daría la muerte de inmediato.
El pescador se quedo estupefacto, la sorpresa y el miedo le atenazaban, pero aún así consiguió preguntar porqué, si él era quien le había liberado. Había oído leyendas de otros genios que recompesaban a sus libertadores, no que los castigaban. Eso no era justo.
- Lo que no es justo son los años que yo he estado preso en esta lámpara. Sí, es verdad que al principio juré conceder tres deseos a quien me liberase de mi prisión, pero pasaron mil años y nadie vino a salvarme. Me desanimé, perp juré conceder un deseo a mi libertador a partir de entonces, pero pasaron mil años más y nadie vino. Mi desánimo fue en aumento, de manera que decidí no recompensar a quien me liberase. Pero ni por esas, y mi desánimo y desesperazión se tornaron rabia, y juré que mataría al que me liberase por haber tardado más de tres mil años en liberarme, ¡alguien debía pagar por el sufrimiento que yo había padecido!
En el cuento, el pescador se salva consiguiendo que el genio vuelva dentro de la lámpara, y este le recompensa por liberarle, puesto que no habrán pasado los primeros mil años del nuevo cautiverio. Pero, ¿es necesario que ocurra esto?, ¿Nos han de castigar por la incorrecta gestión de nuestra rabia para que aprendamos a reconducirla de manera que sea provechosa?