lunes, 8 de agosto de 2011

Cuestión de Principios

Toda película sobre un proceso de cambio puede incluir un adversario del protagonista que permita valorar de manera más contrastada lo que se está cociendo en él. Evidentemente este pequeño cambio hace que la película cambie de formato, pasando a ser una película de superhéroes. Y en estos tiempos modernos los superhéroes no son inmaculados, no son indestructibles, ahora tienen dudas, y estas dudas son las que dan fuerza al narcisismo con el que se enfrentan a las tareas titánicas que sus poderes les obligan.
Ahora tomemos a nuestro héroe. Es mayor y lleva muchos años casado. Tiene dos hijos, el más pequeño adoptado. Con la mayor tiene una relación complicada, por culpa de su superpoder. La mujer de nuestro héroe es una verdadera heroína, es la que siempre está detrás y la que da la consistencia necesaria a las rutinas para que el héroe pueda seguir adelante. ¿Pero de qué poder se trata? Tiene principios morales. Y a ellos se agarra con la fuerza y la desesperación de quien no tiene absolutamente nada más para afrontar la incertidumbre de la vida. Los enarbola con el orgullo de quien sabe que no tiene nada más. Y así ve pasar sus días...
Pero todo héroe necesita un villano. Alguien que represente la cara opuesta, con matices, pero que permita un conflicto que haga que nuestro amigo tenga un nuevo motivo para luchar, un motivo para hacer su última gesta.
No será fácil, no. Nos hará dudar, y para ganar esta batalla tendrá que hacer algo nuevo, algo que no se había planteado nunca, tendrá que afrontar la incertidumbre sin el escudo de su superpoder. Tendrá que asumir la posibilidad de perder para poder ganar. Aprendiendo a luchar con la duda, sin necesidad de esconderse detrás de su orgullo. Este será el verdadero cambio. Y el villano facilitará que todos lo veamos porque él no puede hacerlo. El seguirá escondido detrás del suyo. Pero a ojos de los demás estará desnudo. Y vacío.

Y es que el narcisismo no es más que una fachada que esconde mucha inseguridad. Y sólo cuando se asume esa inseguridad con naturalidad, sin más miedos que los necesarios, se puede salir victorioso de la batalla más importante, aquella que luchamos contra nosotros mismos.