jueves, 20 de octubre de 2011

¿Cómo hacer una buena "tortilla francesa"?

Quisiera ofreceros una receta básica de cocina, como se hace una tortilla francesa. A lo largo de los años me he dado cuenta que las personas tendemos a despreciar cosas por obvias, pero que luego hacen que procesos básicos no acaben como uno espera. Evidentemente podéis buscar similitudes con algún proceso de los que estoy acostumbrado a hablar en este blog, un proceso de terapia, por ejemplo, sobre la terapia de pareja, pero sería un error por vuestra parte. Esta es una entrada sobre cocina, sobre cuestiones simples y sencillas de cocina.

Para hacer lo que en España llamamos una "tortilla francesa", lo esencial son dos huevos, de gallina, para ser específicos. Cada huevo contiene dentro de la cáscara el contenido "necesario pero no suficiente". Además son necesarias una sartén, un poco de aceite de oliva (si la queréis que sea de la mejor calidad) y un poco de sal. Estas son los ingredientes  básicos, a partir de aquí, imaginación.

Uno de los principales problemas es que hay que cascar (romper) los huevos para poder acceder a su contenido, y luego hay que vertirlos en otro recipiente para que se puedan mezclar. Es curioso como no se da importancia a esta parte del proceso, pero, es necesario que los dos huevos aporten aquello que llevan en su interior para hacer una buena tortilla. Si estáis pensando en hacer una tortilla sin romper los huevos, veréis que es imposible. Si queréis hacer una tortilla con un solo huevo, veréis que no es lo mismo que una de dos. Y si queréis romper un huevo, batirlo y poner el otro sin batir, comprobaréis que se acabará rompiendo y que el resultado no es una tortilla de dos huevos, es una guarrada incomible.

También es importante saber que antes de intentar hacer cosas sofisticadas como "emulsión deconstruida de huevos con punto sal y al baño de aceite caliente con aromas de piquillo riojano y virutas de foie" es necesario saber hacer lo básico: Una buena tortilla de dos huevos. Hay quien quiere hacer pirmero lo imposible y luego lo importante. Es un error habitual en cocina, para suerte de los psicoterapeutas de pareja, también es un error habitual en la vida.