lunes, 9 de enero de 2012

El sentido de la terapia

- No veo nada claro que tenga que hacer una psicoterapia. Ni contigo ni con nadie.
- De acuerdo. ¿Para qué has venido entonces?
- Recomendación de mi psiquiatra.
- Ah.
- La medicación que me prescribió me ha ido muy bien, ya no tengo ansiedad. Ya estoy bien.
- Me alegro por ti. No es nada agradable vivir con ansiedad.
- Entonces, estás de acuerdo conmigo en que no es necesario que haga terapia, ¿verdad?
- Claro que no.
- ¿Por qué?
- Para no desperdiciar tu dinero, tu tiempo ni tu energía. Ni la mía.
- ¿Cómo?
- Una terapia no es útil para aquel que no cree necesitarla.
- ¡Es que yo estoy bien!
- Por eso. Sal y vive tu vida como lo has hecho hasta ahora.
- (...) ¿Por qué crees que mi psiquiatra me derivó a ti?
- Para que no recaigas.
- ¿Voy a recaer?
- Es posible. Con el tiempo lo sabrás.
- No quiero recaer.
- Desde luego. De lo contrario serías imbécil.
- ¿Y la terapia evitará la recaida?
- Depende.
- ¿De qué depende?
- De ti. De las ganas que pongas en cambiar algunos aspectos de tu vida.
- Yo no quiero cambiar mi vida. Me gusta como es.
- He dicho "aspectos".
- ¿Qué aspectos?
- Los que te han llevado a esta situación que la medicación te ha ayudado a superar.
- ¿Podrías ponerme un ejemplo?
- Supongo que estarás de acuerdo conmigo en que si te duelen las cervicales lo mejor que puedes hacer en primera instancia es tomarte un ibuprofeno.
- Sí. Y me quitaría el dolor de cabeza.
- Correcto. Pero el ibuprofeno, que te lo podría recertar el psiquiatra, no te serviría para hacerte consciente de cómo gestionas ineficientemente la tensión, acumulandola en las cervicales o de los malos gestos que haces continuamente y que te acaban provocando dolor.
- Ya.
- Pues la terapia te serviría para eso. Para no volver a hacer las mismas cosas que te han llevado a aquí. Y de paso, para que algún día puedas dejar la medicación y no tengas que depender de ella.