martes, 12 de agosto de 2014

La impotencia y la desidia

- Yo he sido toda mi vida igual, para lo bueno y para lo malo, es algo inherente a mi forma de ser.
- Supongo que lo que todo el mundo desea es ser de una manera determinada para lo bueno y poder ser otra para lo malo.
- ¿Qué garantiza eso? Si soy diferente no quiere decir que vaya a ir bien, por tanto, más vale lo que ya conozco, ¿no te parece?
- Es tu opción. Si repites siempre el mismo comportamiento y no obtienes la respuesta que deseas ni una respuesta diferente que te permita pensar algo distinto, en mi opinión se trata de un claro caso de desperdicio de opciones.
- ¿Y por qué tengo que cambiar? ¿Y si me gusta ser así?
- Sigue así. No te debe haber ido tan mal si no deseas cambiar.
- ¡Sí que me ha ido mal! Pero no en todo, por supuesto.
- Cuando uno decide hacer un proceso de psicoterapia es porque considera que lo malo ya no es soportable por lo bueno.
- ¡Claro! Pero esa no es la cuestión.
- ¿Cuál es la cuestión?
- Yo no creo que pueda cambiar.
- ¿Y eso por qué es así?
- Porqué no puedo, no puedo, no lo veo... No entiendo qué quieres de mi...
- Lo que yo necesito saber sobre tu imposibilidad de cambio es muy importante para que pueda decidir si te puedo ayudar profesionalmente.
- ¿Por qué?
- Tal y como yo lo veo hay dos posibilidades que explican tu incapacidad de cambio. La primera es favorable a un proceso de terapia: la impotencia. Ésta se puede dar por incapacidad o por miedo, pero en ambos casos muestra que tu actitud es favorable al cambio y sólo hay que cambiar los condicionantes, internos o externos que no favorecen.
- ¿Y la segunda?
- La segunda no favorece el cambio de ninguna manera. Es una posibilidad claramente actitudinal, y yo me declaro impotente contra ella.
- ¿Cuál es?
- La desidia.