lunes, 12 de septiembre de 2016

Tomar una decisión

Primero te das cuenta de que no estás en una situación deseada. No tiene porque ser muy grave. Simplemente con estar algo incómoda ya es suficiente. ¿Tienes que hacer algo al respecto? No necesariamente. Puedes esperar a ver si las circunstancias cambian en tu beneficio y el problema se arregla solo, ¿no? Porque en el pasado ya ocurrió en algunas buenas ocasiones, ¿recuerdas?


Espera. Distráete con otras cosas. Puedes escuchar música. Puede jugar con el móvil. Puedes pensar en las musarañas.

¿Ya? ¿Ocurrió el cambio milagros? ¿No? Esperemos más, ¿Te parece?

Permíteme que te explique en qué punto estamos. Estamos decidiendo conscientemente. Eso lo hacen las personas que quieren estar cien por cien seguras de acertar, bueno, de no equivocarse. Porque las personas que sois así tenéis claro que hay un momento en el que todo se ve claro, diáfano, transparente. Y entonces se puede ejecutar la decisión con totales garantías de éxito. 

Es normal que tomar una decisión te dé miedo. No sólo es que te puedas equivocar, es que también te puedes arrepentir de ello y luego tener que cargar unas consecuencias que no esperabas. Total... lo que tú deseas es una vida cómoda, tranquila, sin sobresaltos, controlada... Y siempre hay una decisión perfecta. Siempre hay una decisión que cuadra con las circunstancias. Sólo hay que esperar. 

¿Seguimos esperando? ¿Cuánto tiempo vas a dedicar a la espera? Lo digo porque tal vez el problema es que se te olvide vivir mientras esperas.

Eso sí, luego te puedes quejar amargamente todo lo que quieras...

Que estemos ahí para escucharte es otra cosa.

Entiéndelo, estamos muy ocupados viviendo. Y decidiendo.