Inauguro la sección de colaboraciones con Mayte Leal, psicoterapeuta, a quien he pedido que realice una aportación en este blog a modo de cuento. Mil gracias Mayte por tu tiempo. Os dejo su dirección de correo electrónico por si deseáis comentarle alguna cosa directamente a ella.
Este cuento me ayudó a entender las resistencias que cada cual ponemos en juego ante una adversidad. Es fácil pensando en estos 3 elementos, “sacar una radiografía” de cómo nos conducimos cada uno ante una situación difícil: cuales son los fantasmas que nos asaltan y cómo impregnan nuestros pensamientos, emociones y acciones. Reconocer estas resistencias es un primer paso para dominarlas (que no combatirlas).
Mayte Leal Romero (mayteleal@gmail.com)
Una hija se quejaba a su padre acerca de la vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía qué hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro. Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas rompió a hervir. En una introdujo una zanahoria, en otra un huevo y en la última granos de café. Las dejó hervir sin mediar palabra. La hija esperó impacientemente. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en el plato. Finalmente, coló el café y lo vertió en una taza. Mirando a su hija le dijo: “Querida, ¿qué ves?”
-”Zanahorias, huevos y café” fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Le pidió que tomara el huevo y lo rompiera. Ella observó que estaba duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.
La hija preguntó: “¿Qué significa esto, padre?”
Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: el agua hirviendo. Pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al cazo fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto blanda, fácil de deshacer.
El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, se había endurecido.
Los granos de café, sin embargo, habían cambiado al agua. “¿Cual eres tú?”, le preguntó a su hija. “Cuando las dificultades te asaltan ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria aparentemente fuerte pero que cuando la adversidad te toca, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres como el huevo, posees un espíritu fluido, pero después de un obstáculo te vuelves duro y rígido? ¿O eres como un grano de café? El café no se resiste al agua, se mimetiza con ella, la abraza, y cuando llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor.
Entonces, hija mía, ¿cual de los tres eres?