Hace unos años, en un congreso internacional de terapia familiar, Chloe Madanes nos expuso un vídeo de una terapia de pareja que se había desarrollado en Argentina. Aquel vídeo fue como una iluminación para mi, y las reacciones que algunos habéis tenido a bien compartir en los comentarios me han llevado a pensar en aquel momento.
Os pongo en antecedentes. Se trataba de una pareja de mediana edad, de unos 45 años más o menos, ella "padecía" agorafobia, que es miedo a los espacios abiertos, por lo que no salía de casa si no era acompañada de alguien. Se la veía atractiva, y ella explicaba que siempre había sido una persona muy activa, segura de ella misma, con iniciativa, y que desde hacía unos diez años no salía prácticamente para nada de casa, ¡y eso la estaba carcomiendo por dentro!
Había fracasado en diversas terapias de diferentes orientaciones y casi se había resignado a aceptar esta "suerte".
Lo novedoso, al menos para mi lo fue, es que el terapeuta era muy estratégico y hacía lecturas de la información que le daban que iban más allá de la evidencia y, además, tenía la suerte de tener a Chloe de supervisora. Explicó la teoría con la que trabajaron para desbloquear esta situación.
Aparentemente todos sufrían, ella por no salir de casa y él por no poder dejar de estar pendiente de las necesidades de ella. Este era el motivo de consulta, pero había un análisis más profundo. Él era un marido inseguro, de esos que consideran que le ha tocado la lotería con la mujer que se ha casado, y que no quiere perderla por darse ella cuenta que hay muchos hombres mejores. Por lo tanto, ya le iba bien que ella no saliese de casa así no conocía a otros hombres, y sus esfuerzos de ayuda a su mujer eran doble vinculantes, por un lado ayudaba, pero por otro desalentaba.
Ella se había sometido a la inseguridad del marido, pero se lo hacía pagar con sus constantes achaques, historias e histerias, de manera que conseguía que los dos compartiesen una más que cómoda infelicidad.
La estrategia del terapeuta pasaba por pedirle al marido que le dijese un mensaje a su mujer: "Cariño, deseo que te quedes siempre en casa, porque de esta manera te podré controlar y nunca me abandonarás", hizo que se lo dijese varias veces para poder memorizarlo, y los dos se rieron al escuchar la frase, aseguraban no entender el motivo de este ejercicio, pero como lo decía el terapeuta... Pero iba más allá, durante los próximos días, él le tenía que decir este mensaje a ella cada dos o tres horas, y si no estaba en casa la tenía que llamar, y por la noche se lo debía decir antes de ir a dormir. Después de la frase no podían hablar, no podían reflexionar como pareja sobre este mensaje. La siguiente visita se programó para dentro de cuatro días.
Dos días después, en menos de 36 horas, el terapeuta recibió una llamada urgente de esta familia, las cosas habían empeorado exponencialmente, ¡ahora ella tenía ataques de ansiedad dentro de casa!
La teoría que ponía de manifiesto esta estrategia es que había un mensaje oculto en esta relación, y así se ponía en evidencia. La mujer no se podía quedar impasible y tenía que hacer algo, y vaya si lo hizo, ¡se dio cuenta que la casa se le caía encima!, que estaba prisionera, y desde luego eso la motivó para salir.
Luego continuó la terapia, con un trabajo duro, como siempre. No recuerdo como se resolvió la situación, si con continuidad de la relación o con separación, pero eso es poco significativo.
En conclusión, si Alma Mahler no hubiese tenido un mensaje tan evidente de su prometido, no habría podido romper la relación unos años después, por lo que podríamos decir que escogió ser victima en un primer momento y luego no serlo más (muy acertado tu comentario Carles), y desde luego pocas parejas (hombres y mujeres, aunque más los hombres, estoy de acuerdo contigo Óscar) son tan explícitos, y eso ahorraría muchos disgustos (también de acuerdo con Mayte).
Pero estoy seguro que a pesar de todo, habría gente que se empeñaría en intentar cambiarle... y si no, ved este chiste del Perich,
Un abrazo