domingo, 19 de septiembre de 2010

Alcoholismo

En las últimas semanas he estado revisando un par de series de TV, Los Soprano y El ala oeste de la Casa Blanca. Son buenas series de TV por muchos motivos, pero sobre todo porque sus guiones reflejan muchos aspectos cotidianos que de forma insidiosa acaba por fastidiarle la vida a uno, aunque en el fondo esa persona siempre crea que tiene el control sobre lo que le ocurre.

Casualmente uno de los temas reflejados es el del alcoholismo, y en cada una de las series un personaje es alcohólico en rehabilitación.

En Los Soprano, Christopher Moltisanti ha de bregar entre su abstinencia y la incapacidad mental y emocional de los que le rodean. Estos no entienden que él no pueda beber ni una sola copa, que cuando lo hace pierde el control, deja de ser él y sufre unas consecuencias que no desea cuando está sobrio. El desprecio de los demás se manifiesta sobre todo en su supuesta "falta de cojones" por no conseguir controlar el consumo, en su "falta de hombría" en saber decir basta. La falta de argumentos ante este planteamiento tan primitivo y primario, pero sobre todo, ante la imposibilidad de evidenciar la falta de control de todos los demás, igualmente adictos y "faltos de cojones", provoca que caiga en una espiral de desesperanza que expresa por una ira igualmente binaria.

En El ala oeste de la Casa Blanca, el jefe de gabinete, Leo McGarry, es un alcohólico en rehabilitación, que tiene todo el apoyo del personal con el que trabaja, incluso tiene gente que le intenta sobreproteger. Las respuestas que él da para demostrar que puede salir adelante sin esta sobreprotección son antológicas. Cuando todos están preocupados por que pueda recaer ya que es el aniversario de su divorcio, contesta "Soy alcohólico, me gusta el alcohol, no necesito ninguna excusa para beber". Con ello zanja la cuestión y todos lo entienden. El beber haría que tuviese dos problemas, el recuerdo doloroso del divorcio, y el alcohol, y sólo podemos enfrentarnos eficientemente a las cosas de una en una.
En otro episodio sufre una investigación del congreso, y cuando habla de beber whisky dice: "Yo soy alcohólico, no puedo entender cómo es posible que nadie se conforme con una copa, yo necesito acabarme la botella, y luego todas las botellas que haya. No me conformo con un trago, necesito saciarme".

Hay un proverbio japonés que sintetiza perfectamente todo lo enterior:

"Con la primera copa, el hombre bebe el vino, con la segunda copa, el vino bebe el vino, con la tercera copa, el vino al hombre"

Pero la cultura popular de la gente que atendía cuando trabajaba en el CAS lo resume más fácil:

"Yo no puedo beber una cerveza porque me se calienta la boca..."