jueves, 9 de septiembre de 2010

Colaboración Montse Jurado

CAFÉ Y EXCUSAS
-¿Quedamos y tomamos un café? -Vale, ya te llamaré!
…Y la continuación de esta historia ya es sabida por muchos, me atrevería a decir, que por la gran mayoría de los mortales. Con una simple frase nos podemos dar cuenta de lo secundarios que podemos llegar a ser para alguien, sea cual sea el grado de relación que guardamos con el individuo/a en cuestión. Hace un par de semanas que estoy reflexionando sobre el por qué nos es tan difícil expresar lo que realmente queremos, dar negativas cuando lo que se nos propone no nos interesa o simplemente, no estamos preparados para ello. Esta reflexión se puede extrapolar a todos los ámbitos de nuestra vida, tanto a nivel profesional como personal aunque la gran mayoría de veces el “esquivo elegante” toma forma en la esfera más íntima de la persona.
Excusa, esa gran conocida. Cuando pienso en las excusas que damos diariamente (me incluyo en el grupo de personas que en algunas ocasiones y para no quedar mal practico este “arte”) me pregunto si nuestro interlocutor cree a pies juntillas lo que le pregonamos o simplemente nos retroalimenta de forma que para él/ella es un alivio no llegar a concretar ese plan y se aferra a nuestra “calamidad” (a veces se nos va de las manos y lo hacemos un drama…). No sé si se tratará de defecto de profesión, pero creo tener la gran suerte de detectar esquivos a la primera y dibujar una semisonrisa cínica para aliviar a la otra persona, hacerle el mal trago más llevadero.
Lo que parece algo simple y cortés, la propuesta de ir a tomar un café que mencionaba al principio, está en el “top ten” de situaciones que se ven habitualmente truncadas por alguna de las dos partes, concretamente cuando ese café supone algo más que un reencuentro con un amigo de la infancia, con un compañero de la universidad…cuando ese café tiene carga sentimental para una de las dos partes. Y aquí quería llegar… las excusas mas banales, más retorcidas y que más duelen son aquellas que nos sirven (y se utilizan) para esquivar o no hacer frente a temas sentimentales. ¿Por qué lo hacemos? La gran mayoría de veces no somos capaces de hacer frente a esa situación pero no queremos “quedar mal”, no se trata de la inseguridad a la que muchos/as se aferran, se trata básicamente de esto, de no quedar mal…y quedarlo. ¿Existe algún manual para llegar a ser el “perfecto excusador/a”? Me parece a mi que si, el galán y la “galana” del siglo XXI sobrevive de éstas y las niega.
Para ambientar un poco este artículo os invito a escuchar “Parole, Parole, Parole” de Mina ya que creo que en cierto modo define lo que yo entiendo como excusa.