miércoles, 20 de julio de 2011

La búsqueda del Eje Vital

Fueron muchos años de angustia. Ahora puedo verlo claramente, ¿por qué no lo pude ver entonces? Supongo que necesitaba perspectiva. Creo que me movía sin sentido para cualquiera que se molestase en mirarme con un mínimo de atención. Sólo deseaba una cosa, y ésta guiaba todas mis decisiones, desde las más meditadas hasta las más precipitadas: Quería pertenecer, no quería sentirme excluido.
Siempre pensaba que había cosas que me estaba perdiendo, que los demás disfrutaban más que yo y siempre me sorprendía cuando alguien me valoraba a mi, o a alguna de las cosas que hacía. Baja autoestima, creo que lo llamáis así.
Y te he de decir que sufrí mucho. Demasíado. Anhelaba cosas y personas que después despreciaba porque era incapaz de detener mi búsqueda ansiosa de algo mejor. Estaba perpetuamente frustrado y generaba dolor a los que se me acercaban.
Afortunadamente llegó el parón. Lo hizo de una forma sorprendente y frustrante, y nada de todo lo que me había sido útil anteriormente (o yo creía que me fue útil) me lo era en ese momento.La frustración fue constante, y comencé mi travesía consciente por el desierto emocional.
¡Fue muy duro! No me entendía nadie. ¡Ni siquiera me entendía a mi mismo! Todo fallaba. Pero, un día descubrí una pequeña verdad. Muy pequeña, pero sobre ella decidí que debía construir mi futuro. No la descubrí por casualidad, no, la descubrí sacando factor común a todas las decisiones de mi vida.
¿Qué era lo mejor que había hecho siempre, fuese cual fuese la situación a la que me tenía que enfrentar? MI ACTITUD.
Ahora parece simple, ¿verdad? Pero no es ninguna tonteria. Visto con perspectiva supuso un cambio de eje en mi vida, un cambio de prioridades a la hora de gestionar los acontecimientos.
Siempre que acerté en mis decisiones fue porque mi actitud fue constructiva, positiva, proactiva, como lo quieras llamar. Y siempre que aprendí de mis errores, también.
Por tanto sólo tenía que centrar mis esfuerzos en saber qué actitud quería tener ante lo que se me venía encima.
Y me gustó. Porque me sentí muy cómodo, muy a gusto. Y lo mejor de todo es que empecé a observar que determinadas personas que antes me hacían bailar a su conveniencia ahora se mostraban incómodas cuando tenían que tratar conmigo. "Has cambiado", me decían. Interiormente yo se lo agradecía, ya que no se daban cuenta,pero con este comentario han reforzado mi actitud