lunes, 4 de noviembre de 2013

El alfiler de Damocles

- En realidad es ella quien tiene un plan más claro de cómo han de ir las cosas.
- ¿En qué posición te deja eso a ti?
- En principio lo percibía como algo cómodo, pero con el tiempo me di cuenta de que no me acababa de gustar porque era ella quien tenía el control de la situación y eso implicaba que yo tenía que ir a remolque de su opinión.
- ¿Sólo eso?
- Por supuesto eso le otorga a ella la posibilidad de decidir qué está bien y qué no.
- ¿Es como vivir con una espada de Damocles encima?
- Un poco sí.
- ¿Y te gusta?
- No. Creo que en gran parte es lo que hace esté tan tenso.
- ¿Y qué piensas hacer?
- No lo sé, supongo que para eso vengo aquí. No se me ocurre nada que hacer.
- Ya... Supongo que algunas cosas sí que se te ocurren, otra cosa muy diferente es que esas cosas no te gusten o te dé miedo aplicarlas...
- No quiero perder la relación. Tengo claro que tengo que cambiar yo y que este cambio tiene que tener un claro reflejo en la relación, pero de ninguna manera deseo que esta relación se rompa.
- Interesante.
- ¿Qué quieres decir?
- Parece que lo quieres todo, y esa es siempre la opción más apasionante porque obliga a realizar análisis muy sutiles.
- Dame una pista para empezar.
- Tal vez lo que debas hacer es analizar en detalle esa espada de Damocles de la que hablábamos hace un momento.
- Una espada es una espada, y cuando pende encima de tu cabeza no es agradable.
- De entrada sí, tienes toda la razón. Pero... Imagínate que te digo que la espada es de madera. ¿Te parece igual de amenazadora?
- Menos amenazadora por supuesto... Pero no agradable.
- Estoy de acuerdo, pero supongo que un grado menor de amenaza condiciona de manera diferente tu conducta, ¿no te parece?
- Sí, claro. Habría cosas que me atrevería a hacer con más libertad, con menos riesgo... ¿Cómo lo hago? ¿Cómo analizo la naturaleza de la espada?
- Yo empezaría por pequeños cambios para comprobar cómo reacciona la espada, no sea que como hemos dicho sea una espada de madera, o llegado a un caso extremo, sólo sea un alfiler. Y quiero suponer que a un alfiler de Damocles, por mucho que penda sobre tu cabeza, no le tendrás miedo, ¿verdad?