sábado, 15 de marzo de 2014

Destino: Carcosa

Esta es la historia de dos hombres y un destino: Carcosa.
Lo que cada uno de ellos encuentre al llegar allí, dependerá de lo que realmente esté buscando. Y para eso, deben tener muy claro lo que buscan, o de lo contrario, podrían ser (in)gratamente sorprendidos.

Rust Cohle es un hombre que se conoce bien, muy bien, sabe de qué está hecho y nadie podrá convencerle de lo contrario. Es una persona segura, atrayente y atractivo, tal vez demasiado. Nadie puede apartarle de sus férreas convicciones, y mucho menos sorprenderle. Participa de una verdad que la mediocridad que le rodea ignora, por eso se siente ajeno a las relaciones sociales, y aún más a las meramente laborales. Él es su propia seguridad, y nadie puede acercarse para arrebatársela.

Martin Hart es un hombre que no se conoce en absoluto. O al menos, eso es lo que nos quieren hacer creer. A medida que vayamos avanzando en su historia, iremos descubriendo que es posible que se conozca mejor de lo que parece, pero se teme, tiene miedo de lo que puede hacer, de lo que podría llegar a hacer si dejara salir sus miedos. Por eso necesita las leyes, las normas, los protocolos, todo lo que le sirva para saber que se mueve dentro de unos márgenes de confianza aceptables. Pero tal vez acabe descubriendo que esos márgenes no son suficientes cuando su mundo perfecto se acabe cayendo por su falta de compromiso.

Todos queremos ser, de alguna manera, como Rust, seguros, controladores, eficientes, sentirnos confiables, por encima de todo y que nada nos sorprenda o nos decepcione como para dejarnos caer en un agujero, porque ningún agujero puede ser peor que aquél del que venimos y al que hemos sobrevivido.

Pero en realidad todos nos parecemos más a Martin. ¿Por qué? Porqué no hay personas seguras, sólo existen diferentes grados de inseguridad tolerable. Lo que nos diferencia a unos de otros es que algunos toleramos más incertidumbre que otros.
Tal vez en este viaje a Carcosa que vamos a emprender podamos descubrir mucho sobre ellos, y sobre nosotros mismos, desde luego. ¿Por qué? Porqué cuando miras en el interior del abismo, acabas descubriendo que el abismo te mira a ti... Y, entonces, ya no puedes ignorarlo. Mora en ti.