domingo, 23 de noviembre de 2014

Conquistar la Reina

Una vez que la crisis se hubo desatado puede parecer fácil interpretar todas las señales que había dejado diseminadas a lo largo de su vida, pero no es fácil. El problema es que estas señales eran, en apariencia, insignificantes, sólo se podían interpretar de la manera decuada si se sabía lo que se buscaba y, en el caso de nuestro invitado de hoy, nadie podía hacerlo porque él era un maestro en el arte de fingir.
Desde muy pequeño se dio cuenta que era diferente a los demás. Él era, ¿cómo decirlo? un ser más vacío que el resto. Necesitaba más material con el que rellenarse, más cariño, admiración, respeto... y descubrió que todo era más fácil de obtener si se comportaba de manera sociable. No le resultó nunca muy dificil fingir, se trata de manipular las expectativas de los demás, llegar a unos mínimos y a partir de ese punto dejar que ellos le creasen la fama.
Cuando llegó el momento de tener novia descrubrió que no era dificil, sólo se trataba de darle el trato especial que ella deseaba, y eso es fácil porque los libros y las películas te proporcionan todo el material que desees de manera ilimitada. Sólo tuvo que limitarse a fluir con su mascara, realizando pequeños sacrificios que ella consideraba importantísimos. Todo parecía ir genial, él no se sentía vacío y el precio que tenía que pagar no le resultaba tan caro...
El momento de máxima satisfacción llegó con el nacimiento de sus hijos. No tenía más que proporcionarles unos mínimos y ellos devolvían un amor incondicional que jamás pensó que llegase a existir.
Pero había un pero. Y era importante. La crisis se veía venir. Los hijos crecían y cada vez necesitaban menos de él. Por suerte el matrimonio funcionaba solo, su pareja se sintió tan colmada de atenciones al principio que cada nuevo detalle que le proporcionaba hacía que ella se colgase de nuevo por él.
Mientras tanto, él seguía fingiendo.
Se llegó a convencer que eso del amor era un invento de los poetas para vender libros.
Y entonces, justo en el momento en que su matrimonio fluía y sus hijos cada vez retroalimentaban menos su ego, se hizo evidente para él la crisis, no era suficiente. Volvía a sentir el vacío...
Volvió a volvarse en su pareja, no deseaba dependizar a sus hijos, la trató como una reina, pero no le resultó suficiente. No se podía sustituir lo que le hacían sentir sus hijos por lo que le intentaba hacer sentir su mujer. Digo intentaba porque aunque ella no lo sabía, él nunca sintió nada provocado por ella que no fuese la satisfacción de ver que todo funcionaba...
Por lo tanto probó con los amigos, se estresó por tener demasiados frentes abiertos y su pareja lo malinterpretó, se sintió que se estaba aprovechando de él, de manera que se esforzó más... y se entró en él.
La estructura que durante tanto tiempo había funcionado de manera milimétrica chirriaba y crujía cada día de manera más ostentosa. Cada vez se sentía más inestable y a duras penas podía mantener la máscara ante los demás, cada día todo le resultaba más cansado, más desesperanzador... y justo en ese momento, cuando creía que todo se iba a venir abajo, apareció ella. Y le provocó algo diferente a lo que había sentido hasta ahora.
No podía resistirse, ¿cómo hacerlo? ¡Imposible! Pero el precio a pagar era muy elevado, mucho, toda la estructura se vendría abajo, todo el trabajo de muchos años.
Al final tuvo que decidir entre vivir una mentira que había construido o una esperanza que no estaba seguro de disfrutar.Y pagó el precio de derruir toda su antigua vida. Los cadaveres emocionales que dejó a su paso no le importaron. ¿Quién piensa en los peones caídos cuando puede conquistar a la reina?