martes, 1 de agosto de 2017

Como salir de un bucle obsesivo fácilmente

Todos hemos pasado en algún momento de nuestra vida por un momento en que que nos hemos obsesionado con alguna idea que nos conseguimos sacarnos de la cabeza ni solucionar, como si fuese un bucle perpetuo del que no podemos salir.

¿Por qué nos ocurre esto? La mayoría de las veces esto ocurre por miedo.

El miedo, como emoción que es, nos prepara, nos activa,  para enfrentarnos a un peligro, a algo que nos asusta o a una situación de incertidumbre. Esta activación es energética, y se manifiesta tanto de forma física (tensión muscular, mayor tensión arterial, etc) como mental. Una de las consecuencias del aumento de tensión es la focalización de nuestros sentidos y de nuestra actividad mental. Decimos focalización porque el es algo positivo. Focalizamos aquello que nos asusta o deseamos solucionar y le dedicamos todos nuestros recursos a finalizarlo.

Pero, ¿qué ocurre cuando no es así? ¿Y si no conseguimos una solución más o menos inmediata?

Entonces la activación física y mental no es vivida como agradable ni productiva y la llamamos ansiedad. La focalización tampoco es bien vivida y pasamos a llamarla efecto túnel, bucle o directamente obsesión.



¿Cómo salimos de esto? En mi opinión la solución está en la división que he explicado antes entre tensión física y mental. Es imposible mantener niveles elevados de ambas durante un período de tiempo largo, y cuando eso ocurre siempre muestra una preferencia. Para aquellos que tenemos tendencia a preferir la tensión mental y acabamos desarrollando ideas obsesivas, la solución más fácil es generar un conflicto entre ambas tensiones, de manera que el cuerpo se vea obligado a reducir la tensión mental por un aumento de la tensión física.

Dicho así puede sonar un poco raro, pero es sencillo.

Si deseas dejar de pensar obsesivamente el truco no es dejar de pensar (cosa que cree mucha gente), el truco es pensar de manera diferente, y la forma más sencilla de conseguirlo es haciendo algo de ejercicio.

Si nos proponemos pensar en aquello que nos preocupa mientras hacemos ejercicio moderado, como por ejemplo caminar, notaremos enseguida que pensamos de una manera mucho más relajada. Incluso si lo hablamos con alguien mientras caminamos, notaremos que nuestra forma de comunicarnos es menos apresurada.

Hacer ejercicio es la manera más sencilla de quemar energía, y por tanto, de dar salida a la ansiedad física. Si estamos activos físicamente, nuestra mente se relaja un poco. No es la solución en sí misma, pero es una forma de ayudarnos a buscarla diferente.

Recordemos que la locura es hacer siempre lo mismo esperando resultados diferentes...