domingo, 27 de enero de 2008

Enamorarse

Hay multitud de estudios centrados en el enamoramiento, y parece ser que es una moda cíclica y que nunca se cierra del todo, tal vez porque todas las generaciones pasan por este estado. Pero una cosa es cierta, si uno no sabe si ha estado enamorado es porque no lo ha estado nunca, del mismo modo que si una persona no sabe si ha tenido un orgasmo es porque nunca lo ha tenido.

Muchos de los teóricos del enamoramiento definen este momento como un "estado psicótico", pero dentro de la normalidad. Para ello se sustentan en la idea de que la persona enamorada proyecta información "irreal" sobre la persona de la que se enamora sin ninguna base contrastable.

Otros, entre los que se encuentra Manel Villegas, afirman que no nos enamoramos propiamente del otro, sino que nos enamoramos o fascinamos del reflejo que el otro nos devuelve de nosotros mismos. Vamos, que nos enamoramos de lo bien que nos hace sentir la persona que amamos.

Personalmente no creo que haya una única teoría que pueda abarcar algo tan complejo y en el que influyen tanta variedad de diferencias individuales. En definitiva, cada uno tiene que hacerse con aquella teoría que le sea más útil para dar sentido a lo que siente.

Pero yo sólo quería hacer referencia a un aspecto que ha llamado mi atención en esto del enamoramiento. He podido observar que hay un grupo de personas que tienen un don especial. He de decir que cuando yo las conozco es porque el don se ha convertido en una maldición y es cuando acuden a consulta de terapia.

Podríamos describirlo como "la capacidad que tenemos de descubrir en el otro lo que potencialmente éste podría llegar a ser".

Así, estas personas no se enamoran de lo que es la otra persona, ni siquiera de aquello que les hace sentir, sino que perciben lo que la otra persona podría llegar a ser. Esto es algo que ellos ven, pero que el interesado no suele percibir en la mayoría de casos.

Pero, ¿cómo se transforma este don en una maldición?

La persona que tiene este don tiene una percepción tan clara de las potencialidades de la persona que ama que, no le importa la energía que tenga que invertir para hacérselo ver y facilitar el cambio. Una vez que ha fijado el objetivo nada le hará desistir (es un toro). Claro que en muchos casos, el otro no tiene especiales deseos de cambiar, y percibe los intentos el otro como un ataque y en el peor de los casos como una oportunidad de manipulación (es un torero).

Hay casos, realmente creo que son la mayoría, en los que los dos miembros de la pareja aprovechan la oportunidad para crecer mutuamente, y con sus crisis, viven una relación de pareja sana.

En los otros casos, la relación se enquista en un continuo querer y no poder, que es imposible de abandonar ante la gran cantidad de energía invertida.

En estos últimos casos, es la persona con el don la que suele acudir a terapia.